EL APOCALIPSIS

 

"El Apocalipsis ha sido pospuesto", de Shag

 

 

 

INTRODUCCIÓN

COMENTARIO POR CAPÍTULOS

EL APOCALIPSIS: LA HISTORIA SAGRADA, ACLARADA

EL APOCALIPSIS DE LA BBC

CINE ESPAÑOL

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

Se trata del último de los libros que componen la Biblia, dentro del Nuevo Testamento. Fue escrito por San Juan (el mismo apóstol que redactó uno de los cuatro Evangelios) en la isla griega de Patmos, en el mar Egeo, en el año 96, durante su destierro bajo Domiciano.

 

San Juan era muy amigo de Jesús, como se puede ver en esta imagen

 

Es una profecía (apocalipsis quiere decir revelación), que trata de dar esperanza a los cristianos perseguidos en esos momentos, y además muestra las catástrofes que sufrirá el mundo antes de la Parusía (segunda venida de Jesús a la Tierra) y la derrota de los enemigos de Dios. Desde la Edad Media, la palabra apocalipsis es sinónimo de fin del mundo (fenómeno del milenarismo). El género apocalíptico es de un estilo alegórico repleto de visiones y símbolos. Se relata una sucesión de escenas -al modo del cine o el teatro- en el que todos los elementos naturales entran en acción, siendo los ángeles los directores del movimiento escénico. Ni los mismos católicos se ponen de acuerdo en su interpretación, aunque a muchos papas les ha servido para aludir a él respecto a los tiempos contemporáneos (parafraseando a Coppola, Apocalipsis ahora).

 

Cartel de la película de Francis Ford Coppola de 1979

 

Uno de los personajes más famosos del Apocalipsis es El Ángel Exterminador (Abbadón), porque dio título a una película de Luis Buñuel. Aunque este texto no es donde mayor protagonismo adquiere en la Biblia. Su aparición estelar se da en el Éxodo, cuando mata a los primogénitos egipcios por esclavizar a los israelíes.

 

Cartel de la película de Luis Buñuel de 1962

 

Consta de siete visiones que suman 404 versículos, y contiene 518 citas del Antiguo Testamento. Cada una de estas siete visiones tiene otras siete complementarias y otras curiosas revelaciones. Algunos autores dividen la obra en tres partes: introducción (hasta 1,8); cuerpo de la obra (visiones) y conclusión (desde 22,6). En el desarrollo de la obra se pueden distinguir cuatro tiempos: el pasado, hasta la primera venida de Cristo; el presente, hasta el fin de la persecución contra los cristianos; el milenio, o la paz tras las persecuciones; y el "fin lejano", con la victoria del bien contra el mal.

 

 

COMENTARIO POR CAPÍTULOS

 

Visión 1: (capítulos 1 al 3)


Visión de Cristo Rey. Éste dicta a Juan siete cartas a cada uno de los siete ángeles de "las siete iglesias", que algunos interpretan como los siete períodos de la Iglesia. Los nombres son: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea. Al ángel de la iglesia de Tiatira le previene contra Jezabel, profetisa que enseña a fornicar. Este personaje, reina de Israel en el s. IX a.C., se ha llegado a convertir en el símbolo de la mujer malvada, que rinde culto a los falsos dioses (costumbres que practican también los nicolaítas en Éfeso y Pérgamo). La peculiar interpretación de cada período hace que hoy nos encontremos en el séptimo, el de la Iglesia tibia, desde 1962 (Concilio Vaticano II). Entre las curiosidades, las llaves de la muerte y del infierno, que guarda Jesús en persona. (La del cielo la tiene San Pedro, cuyos descendientes son los papas: por eso podemos saber quién está ahí -los santos- pero no quién en el infierno).

 

Representación moderna de Jezabel, la mujer malvada

 

Desde el capítulo 4 hasta el 11 asistimos a las visiones que anuncian grandes calamidades para el mundo cristiano, que luego se especifican más en los capítulos 12 al 16.

 

Visión 2: (capítulos 4 al 7)


Visión del cielo. Allí, Dios sentado en su trono con un libro (un rollo de papel) cerrado con siete sellos (el futuro: la humanidad sojuzgada por el diablo). Llega el cordero de Dios y va abriendo los sellos, cuya liberación va dando paso a personajes y eventos. Los cuatro primeros son los famosos caballos y sus jinetes, señales precursoras de la gran lucha. El blanco (falsos mesías o simples vencedores), cuyo jinete tiene una corona y recibe un arco; el rojo (guerra): a su jinete se le entrega una espada; el negro (hambre e injusticia), es montado por el portador de una balanza; y el amarillento (enfermedades mortales), cabalgado por la muerte.

 

Estos son los cuatro caballos y sus jinetes

 

El quinto sello son los mártires, el sexto las catástrofes (terremoto, sol negro, luna sangrante, estrellas cayendo) que precederán al fin. El séptimo sello, además de una película de Bergman, es el del anuncio del fin, con el sonido de las siete trompetas y los 144.000 sellados, los judíos que se salvan (también está la "gran muchedumbre", el resto de los que no caen al infierno).

 

Fotograma de la película "El séptimo sello", de Ingmar Bergman (1957)

 

 

Visión 3: (capítulos 8 al 11)


Visión del altar en la Tierra. Se abre el séptimo sello, hay media hora de silencio (suspense) y las siete trompetas que tocan los siete ángeles corresponden a las siete plagas sobre Egipto en el Éxodo. Cada vez que toca una trompeta, pasan cosas tremendas: granizo y fuego, la mar ardiendo, meteorito (llamado Ajenjo, como la hierba amarga con la que se hace el vermú: por eso vuelve amarga el agua de los ríos), se apagan parcialmente el sol, la luna y las estrellas, cae luego una estrella, que abre el abismo, del que salen langostas torturadoras dirigidas por Abaddón, el ángel exterminador, luego llega un ejército gigante del río Eúfrates y mata a la tercera parte de la humanidad. No obstante, los que quedan siguen adorando a falsos dioses con sus asesinatos, hechicerías, fornicaciones y rapiñas. Un ángel sin número le da a Juan a comer un librito (las escrituras) para que predique. Y la séptima trompeta anuncia el final: triunfo del Imperio de Dios, con visión del Arca de la Alianza en el cielo incluida.

A partir del capítulo 12, se especifica la lucha. Los contendientes primeros, la Virgen María por el bando del bien; y el Dragón Rojo de siete cabezas, por el del mal.

 

Logotipo de la Bestia

 

El Falso Profeta, asimilado al mismísimo Anticristo (véanse los pies asomando)

 

 

Visión 4: (capítulos 12 al 14)


Visión de la gran batalla, presentando primero sus siete grandes señales. La mujer envuelta en sol, con la luna sus pies y una corona de doce estrellas (la Virgen, que está encinta y grita); el gran dragón ("la antigua serpiente, que se llama Diablo y Satanás") de siete cabezas que se quiere zampar a Cristo en cuanto nazca (el diablo); el hijo que nace y Dios se lo lleva; el destierro del demonio y sus ángeles a la tierra: éste persigue a María pero no la pilla y entonces la toma con el resto de los habitantes; la descendencia de la mujer (los creyentes); y las dos bestias, nuevas encarnaciones del Mal: la del mar, el Anticristo, poder político mundial con siete cabezas, cuyo número es el 666, y la de la tierra, el falso profeta, una especie de antipapa, emisario del Anticristo. Luego nos muestra cómo el cordero (Jesús) y sus seis ángeles (siete en total) anuncian la victoria. Y después los ángeles se dedican a vendimiar a los buenos de entre los malos.

 

La Virgen con el niño y el gran dragón

 

 

Visión 5: (capítulos 15 y 16)


Visión de los vencedores y las siete copas de oro rebosantes de la cólera de Dios que lanzan las siete plagas contra los idólatras. La que los ulcera, la que mata la vida marina, la que mata la vida de las aguas dulces, la que enciende el sol hasta achicharrar, la que oscurece todo y da dolor, la que seca el Eúfrates (en esta sexta copa se menciona el Armagedón, que es la batalla del cordero contra las fuerzas del mal) y la que provoca catástrofes. Pero los adoradores de la Bestia siguen blasfemando contra Dios (se entiende).

 

Jesús con el cordero en los hombros, que es él mismo, en un curioso ejercicio de malabarismo

 

 

Visión 6: (capítulos 17 al 19)


Visión de la Gran Ramera (Babilonia; también el Imperio Romano anticristiano coetáneo de Juan), que cabalga sobre la bestia escarlata o roja (así llaman al comunismo) de siete cabezas, y con quien fornican todos (metáfora de la idolatría). Después viene la consiguiente victoria del cordero, acabando con la prostitución y el lujo de la Ramera. Los mercaderes se lamentan, porque ya no tienen donde enriquecerse con su comercio de... "oro y plata, piedras preciosas y perlas, lino y púrpura, seda y escarlata, toda clase de maderas olorosas y toda clase de objetos de marfil, toda clase de objetos de madera preciosa, de bronce, de hierro y de mármol; cinamomo, amomo, perfumes, mirra, incienso, vino, aceite, harina, trigo, bestias de carga, ovejas, caballos y carros; esclavos y mercancía humana". Tras la victoria llegan, por fin los siete juicios... y las bodas del cordero. O sea, Dios, que se casa con los justos (Jerusalén). Luego vuelve a contar la batalla, con Jesús montado esta vez en un caballo blanco, y por fin el festín.

 

El pedazo de meteorito calamitoso

 

 

Visión 7: (capítulos 19 al 22)


Visión de la alegría tras el banquete victorioso; después, los mil años simbólicos de reinado de Jesús (en su segunda visita a la Tierra, según unos; en el cielo, según otros). Muestra siete hechos: Satanás encadenado en el abismo durante estos mil años; el milenio de los mártires (los santos, que ya están con Jesús, antes que los buenos que esperan el juicio final); el milenio nuestro, el de quienes estamos vivos; Satanás soltado "por poco tiempo" (hasta su derrota); la gran batalla; Satanás (en sus tres personalidades) arrojado al fuego; y el Juicio. Luego, descripción del cielo (la Jerusalén celestial, la novia del Cordero), empezando por el estado eterno de quienes se encuentren allí o en el infierno; la descripción habla de su brillo de oro puro, su forma cúbica, su belleza, y su ambiente diurno, con un río de agua viva, árboles de la vida y demás. Al final, la promesa de que Jesús viene pronto (para permanecer reinando sobre el mundo durante un tiempo indeterminado) y las plagas y la condena eterna para quienes modifiquen las palabras del texto. Como curiosidad de este último bloque, la promesa de siete novedades: un cielo y tierra, un pueblo, una esposa, un hogar, un templo, una luz y un paraíso. Todo nuevo.

 

Jesús vuelve... y no parece muy contento

 

El Apocalipsis cierra pues el ciclo bíblico, que comienza con el Génesis (origen de todo), y cuenta con los mismos elementos: el cielo y la tierra, el día y la noche, el sol y la luna, la vida (y su árbol) y la muerte, la mujer y la serpiente... y al final, la expulsión del hombre del Paraíso acaba bien, recuperando Dios a los hijos de Adán que no le han fallado.

 

 

 

EL APOCALIPSIS: LA HISTORIA SAGRADA, ACLARADA

Relato pormenorizado de qué pasó para que se armase el embolado entre el Bien y el Mal, qué papel jugamos los humanos en todo esto, y cómo va a acabar la cosa, incluyendo la segunda venida de Cristo a la Tierra.

 

1. Antes del Apocalipsis

Desde el principio de los tiempos estaba Dios aburrido y solo, y se le ocurrió que creando unos ángeles se le pasaría más rápida la eternidad. Como es un exagerado, se montó un ejército de miles de ángeles, curiosos especímenes etéreos con alas.

Y claro, uno de esos ángeles, Lucifer, se rebeló contra él. Quería tener el poder omnímodo. Unos cuantos le siguieron, pero perdieron la batalla contra Dios. Entonces Dios los desterró a todos al Infierno (que está en un abismo bajo la Tierra) y se quedó en el Cielo con los ángeles que le habían apoyado. El Ángel Caído y sus huestes ya no podían estar en las nubes tocando la lira. Además, se les puso un color rojo intenso.

 

Estatua del Ángel Caído erigida en pleno Madrid

 

Pasó un tiempo y a Dios le sobrevino una nueva ocurrencia. Haría una criatura que se le pareciera, pero en pequeño. Algo así como un ángel, pero sin alas. Y lo construyó de barro y le dio vida. Le llamó Adán, el primer hombre. Pero Adán, como era parecido a su creador, también se aburría. Y Dios le fabricó una mujer, a la que llamó Eva. Así Adán estaría acompañado. Estos dos personajes vivían en el Jardín del Paraíso, con unos cuantos animales que Dios iba creando en sus ratos libres y a los que Adán iba poniendo nombres.

Pero Lucifer también se aburría, y estaba además bastante molesto con Dios. Así que se disfrazó de serpiente y le dijo a Eva que comiese del fruto que Dios le había prohibido. Eva, tentada, lo hizo, y también Adán comió. Ese fruto mágico no era otra cosa que la Ciencia del Bien y del Mal. Hasta entonces Adán y Eva vivían sin conocimiento. Y lo primero que vieron es que estaban desnudos, lo cual les pareció mal, curiosamente.

Dios se enteró al instante de que le habían desobedecido, al verlos con una hoja de parra cubriéndoles los genitales, y expulsó del Paraíso a la pareja, condenándolos a trabajar y sufrir para sobrevivir. Ya fuera, se dedicaron a tener hijos, como Caín y Abel, que ya tenían ombligo, y mucha más descendencia que fue poblando el planeta Tierra, durante miles de años.

Dios vio que no había manera de que el género humano se reformase y envió un Diluvio Universal. Ni por esas. Luego escogió al pueblo judío para que diera testimonio de la fe en él y le mandó ir en un Éxodo penoso desde Egipto hasta la Tierra Prometida (Israel). Pues tampoco.

 

El Arca que construyó Noé para salvarse del Diluvio Universal

 

La desobediencia a Dios es el Pecado Original. Pues bien, pasados esos miles de años, Dios ve que los humanos siguen en las mismas y decide desdoblarse en tres personajes, creando la Santísima Trinidad. Así lo tendrá más fácil para ir interviniendo en la Historia. Son: él mismo, en el papel de Padre, con un triángulo en la cabeza y barba blanca; Jesucristo, en el papel de hijo, que es la manera de manifestarse como humano en la Tierra; y el Espíritu Santo, papel secundario en este relato porque sólo se dedica, en forma de paloma, a transmitir la Gracia Divina, o sea, a hacer de las suyas cuando no le ve nadie.

Dios escoge de entre los humanos a una pareja: Ana y Joaquín, para que conciban una niña, el primer humano que nacerá sin Pecado Original. Se trata de la después Siempre Virgen María, que así tiene el útero inmaculado, sin mancha alguna de mal. ¿Y para qué quiere Dios un útero inmaculado? Pues para que, disfrazado de Espíritu Santo, pueda concebir en él a Jesús, su hijo, que por otro lado es también él mismo. Vemos que llegados a este punto, Dios lleva sin aburrirse ya un buen rato.

Y nace el niño Jesús y crece. Y se dedica a fundar una religión nueva, el cristianismo, porque la que tenía montada antes su padre, el judaísmo, no servía para que la gente fuera buena, como se había demostrado ya durante tantos miles de años. Y para convencer a la humanidad de que esta religión es la correcta, y salvarnos a todos de la condena eterna a la que estábamos abocados, se sacrifica a sí mismo para dar ejemplo, cual Cordero Pascual: a los 33 años lo crucifican, con barba oscura y corona de espinas, y muere, pero porque él quiere. Y al tercer día resucita y se vuelve al Cielo con su Padre, que por otro lado es él mismo, como ya venimos aclarando.

 

2. El Apocalipsis propiamente dicho

Durante la etapa de predicación de la nueva doctrina, basada entre otras cosas en amar a los demás como a uno mismo, pero manteniendo el antiguo mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas, o sea más todavía, Jesús fichó a doce hombres para que le acompañasen en esas lides. Son los doce apóstoles. Uno de ellos se llamaba Juan y era su favorito. Cuando Jesús ya se había ido al Cielo, los doce predicaron sus doctrinas por todo el mundo conocido y fueron captando nuevos adeptos al Cristianismo. Algunos, como Juan, escribieron la vida de Jesús y sus sermones, en unos libros llamados Evangelios. Estos libros y las andanzas de los apóstoles se añadieron a la antigua Biblia judía, llamándose Nuevo Testamento. Para acabar de arreglar el nuevo entramado doctrinal, Juan escribió el Apocalipsis (revelación), última añadidura a las Sagradas Escrituras, en el que se contaba lo que iba a suceder después de la venida de Cristo a la Tierra. Y esto es lo que sigue, dictado directamente por Jesucristo a San Juan Evangelista en su destierro en Grecia.

La Santísima Trinidad está en el Cielo y va viendo que los cristianos se organizan. Pero al principio lo tienen bastante mal, porque suponen un evidente peligro político para las autoridades romanas de la época. Son perseguidos, martirizados y ajusticiados. Pero van creciendo, hasta que consiguen hacerse con el poder. Pasa un tiempo bastante bueno para esta religión, pero las cosas se torcerán después.

 

Cristianos a los leones

 

Durante el tiempo en que los cristianos están ascendiendo, aunque son minoría les crecen los enanos. En sus propias comunidades, pequeñas Iglesias que se van creando, sobre todo en la península de Anatolia, hay desviaciones del mensaje original. Desde aquella lejana expulsión del Paraíso, Dios va dejando muy claro a través de los profetas, y después mediante Jesús, que no hay que fornicar con otra mujer que no sea la propia. Y que no hay que adorar a ningún dios más que a él, porque los demás son falsos, y a la postre lo que estás haciendo es adorar al mismísimo Lucifer, que se vale de estas argucias para tener su parcela de poder.

Estos mensajes, acompañados de recuerdos a personajes ilustres del Antiguo Testamento como Jezabel, se repiten de nuevo, ahora a través del Apocalipsis de San Juan. Jezabel era una bella y malvada princesa profetisa que se dedicaba a enseñar a fornicar, nada menos. Lo cual es sinónimo para Juan de adoración a falsos símbolos. Jesús dicta siete cartas para los ángeles de las siete Iglesias, en las que les reconviene. Y nos recuerda que la llave del Infierno la tiene él. Luego veremos que realmente la usa.

Dios está de nuevo harto de que las cosas en la Tierra no salgan como Dios manda. Así que decide, tras varios intentos anteriores algo más civilizados (expulsión del Paraíso, Diluvio Universal, venida de Cristo a la Tierra) que es hora de armar la Marimorena. Y a través de unos signos que muestra a San Juan, va desgranando la que se nos viene encima.

Mediante el recurso de un libro enrollado que tiene siete sellos que desvelan otros tantos misterios, luego haciendo tocar siete trompetas a siete ángeles, y después derramando el horrible contenido de siete copas, se anuncia la sucesión de hechos que prepara Dios para, de una vez por todas, acabar con esta historia que él mismo empezó cuando se le ocurrió crear al ser humano.

Todo empieza con cuatro jinetes que cabalgan anunciando la gran tragedia. Después se nos cuenta que en la Tierra van a pasar grandes catástrofes: terremotos, sol negro, luna sangrante, estrellas cayendo. No son más que el principio. Luego vienen, al compás de las siete trompetas: granizo y fuego, el mar ardiendo, un meteorito que amarga el agua dulce, se apagan los cuerpos celestes, cae una estrella que abre el abismo, del que sale Abaddón, el Ángel Exterminador, con una corte de langostas gigantes, después un ejército mata a la tercera parte de la humanidad...

Esta es la primera alusión a que el propio Dios es el que suelta a Lucifer de su celda infernal. De hecho, es Jesús mismo el que ha dicho antes que sólo él tenía la llave. Posteriormente, en el embrollado texto apocalíptico, se volverá a hacer referencia a este hecho.

Y reaparece la Virgen María. Según parece, un tiempo después de la muerte y el viaje posterior de su hijo, ella también subió al Cielo. Pero lo que vemos ahora es un hecho anterior: en el momento de parir a Cristo, Lucifer encarnado en un dragón se lo quiere comer. Pero no lo consigue. Esto es un dato a añadir a la historia de Cristo en Belén. Sería buena idea poner un dragón en los nacimientos.

 

La figurita del Dragón

 

Satanás, que siempre está enfadado, cosa que parece que también le ocurre a Dios (son tal para cual), se dedica a intentar hacer todo el mal posible a los humanos, ya que no puede contra la curiosa familia del Padre, el Hijo, la Virgen y la Paloma. Y se copia la fórmula de la Trinidad, personificándose en tres héroes: el Dragón o serpiente, que sería Dios padre pero al revés, el Anticristo de siete cabezas, que usurpa el poder político mundial, y el Falso Profeta, el emisario del Anticristo: una especie de antipapa.

Dios está que trina, como decíamos, y ahora con tanta figura demoníaca apoderándose de la Tierra, más todavía. Así que sigue con su marcha de provocar catástrofes, a ver si así los humanos dejan de reverenciar a su enemigo declarado, y se dan cuenta de que él es el Bien y Lucifer es el Mal. Recordando sus buenos tiempos, en que lanzó siete plagas contra los egipcios que estaban esclavizando a sus amigos los judíos, derrama las siete copas con otras siete nuevas plagas, ahora contra los esbirros de Satán. Todo se oscurece, se mueren los animales, el sol quema hasta achicharrar, se quedan sin agua, sus pieles se ulceran... pero no se arrepienten. Se ve que estos humanos no son los que se arredran por cualquier cosa. Mas le valdría a Dios, si quería convencerles, haber seguido intentándolo a las buenas. Y eso que dicen que el Dios bueno está en el Nuevo Testamento...

Y por fin Dios hace lo que tiene que hacer. Se produce por fin la segunda venida de Cristo a la Tierra, llamada Parusía. Se abre el séptimo sello, que anuncia el final. En vez de tanto incordiar a los idólatras, a por la Bestia, hombre. Y hete aquí que la Bestia, en el momento de la Gran Batalla o Armageddón, está montada por la Gran Ramera. Se trata de una personificación del poder político anticristiano. De nuevo aparece pues la mujer malvada, como antes en las siete cartas, con la alusión a Jezabel. Menos mal que nos queda la Virgen María, que esa sí que es buena. Así que ya sabéis, chicas: la virtud está en la virginidad. O eso, o la Gran Ramera.

Al ver los mercaderes del mundo que la Gran Ramera cae en manos del Cordero de Dios (disfraz de Jesucristo), llevándose con ella la prostitución y el lujo asiático, se quejan amargamente de que no van a poder comerciar más. Y tras la gran batalla librada entre el Bien (Jesús montado en un caballo blanco, en plan guerrero) y el Mal (el Dragón terrorífico), la séptima trompeta anuncia que ha vencido el Bien, y se salvan los humanos buenos, mayormente los judeo-cristianos. El resto, al Infierno. Seis ángeles, que acompañaban al Cordero en la batalla contra las tres formas del Diablo y sus huestes, son los que se dedican a vendimiar a los buenos de entre los malos.

Se celebra pues el Juicio Final, separando claramente a unos humanos de otros, según el bando que hubieran escogido previamente. Y luego las Bodas del Cordero, oiga. Un festín con el que se celebra la victoria, y donde Jesús se casa con los miembros de la Iglesia. Con los buenos, vamos.

 

     

El Juicio final, tríptico de El Bosco

 

Luego San Juan no se acaba de aclarar muy bien, y dice que Jesús estará reinando mil años en la Tierra, que luego volverá a soltar a Satanás, y que lo volverá a vencer, y luego habrá un Juicio Final, etc. No son más que ganas de enredar las cosas, repitiendo lo mismo hasta la saciedad.

¿Y que pasa después? La historia que viene ahora es de sobra conocida: los justos estarán viviendo eternamente en el Paraíso (la Jerusalén Celestial, la Novia del Cordero), mientras que los pecadores se consumirán en el fuego eterno por los siglos de los siglos. Un sitio precioso y lleno de lujos, el Cielo. Con ríos, árboles de la vida y todas esas cosas. Allí siempre es de día.

Y esta es pues toda la trama. Empieza en la eternidad de la que viene Dios, y termina exactamente igual, pero en compañía de los humanos buenos, que como todo el mundo sabe, una vez en el Cielo, son ángeles. Hum... esto me suena. Habrá que ir al principio de toda esta explicación. Por fin entiendo el concepto de eternidad... infinitamente.

 

 

EL APOCALIPSIS DE LA BBC
Apuntes de un documental de 2003:
"La otra cara del Apocalipsis"

 

Entorno histórico

El Apocalipsis se escribió alrededor del año 90 dC, bajo Domiciano. Su autor se identifica como Juan pero, contra la tradición cristiana, no se trata de San Juan, el apóstol al que se atribuye uno de los cuatro evangelios. Es un personaje relevante de la pequeña comunidad cristiana del siglo I, exiliado por ello en la isla de Patmos, a 65 kilómetros de la costa. Allí escribe, seguramente al dictado, sus visiones. Hoy se visita una cueva donde se supone que se alojaba.

El escrito comienza con siete cartas a siete iglesias de la actual Asia Menor, suroeste de Turquía, que formaba parte del Imperio Romano.

El emperador Nerón fue quien empezó la persecución contra los cristianos, en el 64 dC, atribuyéndoles la autoría del incendio de Roma.

En Pérgamo, ciudad donde estaba una de las siete comunidades receptoras de una de las siete cartas, se hallan las ruinas de un templo del siglo I, dedicado a un nuevo dios: el emperador Augusto. Al monoteísta Juan, eso del culto a un humano no le gustó. Y siguió usando el siete: la bestia de las siete cabezas nos recuerda los siete emperadores romanos conocidos hasta entonces; incluso las siete colinas sobre las que se asienta la que fue capital del Imperio.

El objetivo de Juan no es criticar la persecución a los cristianos, que con Domiciano casi ya no se daba, sino el paganismo del culto imperial.

En Éfeso otra de las siete comunidades era una pequeña parte de la población, dentro de un centro cultural en ebullición. Los cristianos minoritarios estaban asumiendo el culto imperial en boga.

 

Visiones

El estilo apocalíptico, de revelación, ya había sido usado por otros previamente. Incluye estilo y temas como alguno de los que usa el mismo Jesús cuando le piden que les enseñe una oración y se inventa el Padre Nuestro: “Venga a nosotros tu Reino” “Así en la Tierra como en el Cielo” “Y líbranos del mal”.

Las tres visiones más famosas de Juan son los cuatro jinetes, Armagedón y la bestia.

Los cuatro jinetes aparecen en el libro de Zacarías del Antiguo Testamento, pero son unos ángeles que van a caballo. Juan les da unos colores concretos: rojo sangre por idolatría, negro hambre por guerra, verde pálido por muerte y blanco, cuyo jinete lleva un arco como símbolo de la venganza contra Roma. Los partos eran unos guerreros cuyo uso del arco preconizaba una destrucción del Imperio por su parte. Los cuatro jinetes, pues, simbolizan que Juan dice a sus fieles: el Imperio tiene los días contados.

Armagedón es el campo de batalla donde Juan sitúa la lucha final entre las fuerzas del bien y el mal. Megido es la localidad, en el palestino valle de Jezreel, actual Israel. En aquel tiempo, se libraron en ese valle trece batallas documentadas. La Sexta Legión del Imperio tenía allí su campamento. Se les conocía como los hombres de hierro, debido a su proverbial brutalidad. La descripción de la batalla apocalíptica no es la del fin del mundo: es más un ataque contra el Imperio Romano y su consecuencia directa, la decadencia de un grupo de comunidades cristianas del siglo I.

La bestia parece ser el emperador romano. Su número responde a una costumbre de la época: hallar, sumando el ordinal de cada letra, la cifra total que sustituye a una palabra u oración. Así, en las ruinas de Pompeya se podía leer en la pared: “Amo a una chica cuyo número es 545”. El propio Juan dice en el Apocalipsis que al descifrar su clave dará el nombre de un humano. “César Nerón” suma en alfabeto hebreo 666. Pero una copia del Apocalipsis del siglo III hallada en Egipto transcribe 616. El emperador Calígula ordenó colocar una estatua de sí mismo en el templo de Jerusalén, dedicado por los judíos a su único dios. Su nombre, Cayo César, suma en alfabeto griego 616.

 

Supuestas predicciones

En el Apocalipsis hay profecías que algunos interpretan como referidas a nuestros días. Así, la sequía de los mares y el calor insoportable serían el actual calentamiento global provocado por el efecto invernadero, que provoca aumento en los cánceres de piel y subida de las temperaturas en los acuíferos.

Otra de las supuestas profecías es la referida a que el río Eúfrates se secará para dar paso a los ejércitos de oriente, con 200 millones de hombres. Hoy se construyen grandes diques en el Eúfrates, como el embalse Ataturk, en el Este de Turquía; y el temido ejército chino cuenta con 200 millones de hombres.

Por fin, según el Apocalipsis, una gran estrella llamada Ajenjo o Amargura caerá y amargará las aguas de los ríos y matará a muchas personas. En 1986, en Chernobyl, Ucrania, se produjo el mayor desastre nuclear de la Historia. En Ucrania, Chernobyl significa ajenjo, amargura.

Una pretensión vana a través de los siglos ha sido el de intentar hallar en el Apocalipsis la fecha exacta del fin del mundo.

Todos estos intentos de ver predicciones a largo plazo se caen por su propio peso al leer de Juan que todo lo que pronostica sucederá en poco tiempo. Y si lo que pronosticaba era el fin de la idolatría, como ejemplo podemos ver en Éfeso las estatuas de Augusto y su esposa, destrozadas y marcadas con el símbolo de la cruz.

En el siglo IV, Constantino declara al cristianismo la religión oficial del Imperio. Es el comienzo del fin del Imperio Romano, antaño tan odiado por Juan y sus correligionarios. Y quizás la demostración de que el Apocalipsis es un texto escrito para dar valor a los cristianos de la época, que les valió para resistir y llegar a alzarse con el poder.

 

 

CINE ESPAÑOL


La versión española del Apocalipsis nos la da el maestro de cineastas José Luis Cuerda, que en su filme Así en el cielo como en la Tierra (1995) nos presenta un típico pueblecito español, llamado El Cielo, en el que las figuras clásicas de este entorno son personajes bíblicos. Así, el alcalde es Dios (Fernando Fernán Gómez); el sargento de la Guardia Civil es San Pedro (Paco Rabal); y el hijo del alcalde, Jesucristo (Jesús Bonilla). Un pobre hombre que se muere, Matacanes (Luis Ciges) y se convierte en espectador de las escenas bíblico-hispánicas, nos va guiando por este particular Paraíso. Dios está deprimido y cree que lo que necesita es tener otro hijo. Jesucristo, al enterarse, no se siente especialmente contento. Además, Gabriel no encuentra una virgen dispuesta a concebir otro hijo de Dios. Ante tanta discrepancia, deciden que lo mejor es organizar de una vez por todas el Apocalipsis.

 

Cartel de la película de Cuerda. Podemos ver a San Isidoro, a Matacanes, a Jesucristo, a Dios, a San Pedro, a la Virgen María y a San Juan, escritor del Apocalipsis

 

Completan el reparto el maestro del pueblo, San Isidoro de Sevilla (Agustín González), San Juan Evangelista (Gabino Diego), la Virgen María (Mary Carmen Ramírez), y el Arcángel San Gabriel (Enrique San Francisco). La canción que el maestro hace aprender a sus alumnos tiene la siguiente letra:

 

Apocalipsis
fin de la Historia
Juicio Final
y carne resurrecta

 

 

 

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