PERSONAJES

Estudios sobre los personajes de las publicaciones Bruguera

 

 

Los bajos fondos de Bruguera: los delincuentes

PERROS CALLEJEROS

Por Miguel Fernández Soto

 

En un universo como el de Bruguera, tan proclive a presentar personajes fracasados en todos los órdenes (el fracaso, entendido como uno de los resortes más comunes en La Escuela para producir humor), no podía faltar una alusión a un submundotan peculiar como el de la delincuencia, como fuente inagotable de situaciones potencialmente frustrantes. Entre la peculiar figuración de este apartado encontraremos de todo: desde cacos nacionales a gangsters de pacotilla y de Chicago, pasando por la obra magna de algún maestro de la casa.

 

Hay cacos y cocos

Los clásicos cacos se identifican con una indumentaria arquetípica: antifaz, gorra y camiseta a rayas bastan para definir su actividad, y a este standard responde el más popular de ellos: El Caco Bonifacio, creado por Enrich en 1957 para el primer Tio Vivo de D.E.R., que pasa del chiste inicial en contraportada a la clásica historieta de 6 tiras en Bruguera. En esta serie, una de las preferidas por su autor, se recrea el lado más amable del chorizo, abocado sin remedio al fracaso cotidiano, cuyos mayores “golpes” los sufre en propia carne o en la de su compinche Pancracio.

 

El Caco Bonifacio

 

Otra creación de Enrich en los años setenta continúa explorando el lado amable, en este caso de la pugna entre un policía y un ladrón: Ganzúo y Pesquisón. Éste último vive obsesionado con la captura de aquel, mientras Ganzúo se divierte burlándo al gendarme. Pese a todo, la relación entre ambos es respetuosa y las ingeniosas situaciones ideadas por Enrich se resuelven antes por la inteligencia y los diálogos de los personajes que por la acción física, que de todas formas Pesquisón no podría llevar a cabo ya que su exceso de peso le impide correr lo bastante como para atrapar al mangante.

 

Ganzúo y Pesquisón

 

Pepe Murciélago (Din Dan, 1971) de M. Adolfo, es otro de esos delincuentes comunes que pulularon discretamente por los tebeos de Bruguera. Aparte de los conflictos con su socio Teófilo, demuestra página a página su incapacidad para cometer cualquier delito y , en su facilidad para meterse en líos, puede ir a refugiarse al final de una historieta en el cuartelillo.

Caco y Coco (Mortadelo, 1970) de Luis Allué, son hermanos, delincuentes y un auténtico desastre; pero sus peripecias no se centran tanto en “dar el golpe” como en recibirlos generosamente en cada historieta o en urdir cualquier extravagancia para lograr objetivos tan peregrinos como colarse en el metro o encontrar un tesoro. El tono de la serie entra de lleno en el absurdo propio del maestro al que se pretende imitar: Manuel Vázquez.

 

Caco y Coco

 

 

Admirado maestro…

Y hablando del genial autor, por descontado que nos legó algunas perlas de este apartado del elenco Bruguera. Rufufú (1970) es un pobre diablo, ladrón de poca monta, cuyas acciones se ven siempre abocadas al fracaso en las escasas historietas que protagonizó; También breve es la serie La Banda del Barón (Bravo, 1968) pero algo más elaborada: Las misiones encargadas al Barón via telefónica en su apartado castillo son sistemáticamente abortadas por la incompetencia de los ayudantes Ofelio y Gorgonio, en cuyos despropósitos se centran estas historietas a doble página.

 

La Banda del Barón

 

Dejamos para el final la más conocida y una de sus mejores series: La Familia Churumbel (1960) narra las peripecias de un clan gitano en el que lo inusual, lo raro es el amor al trabajo. El hijo mayor es la oveja negra, el deshonor de la familia, cuyo particular código ético les obliga a procurarse el sustento sustrayendo cuantos “burro”, “serdo” o “gayina” encuentra Manué, el padre, a su alcance. La “joya” de la familia es el abuelo, capaz de los robos más audaces e increibles, como el de una locomotora, vagones incluidos, o el hilo telefónico de toda la ciudad formando un gigantesco ovillo. La madre y el niño que siempre porta a su espalda (y que ya roba lo suyo) completan la figuración de esta serie ejemplar, marcada por un delicioso tono absurdo en un momento particularmente brillante en la carrera de su autor.

 

 

 

Gangsters como nosotros

Si las localizaciones de los personajes anteriores no se ciñen a ningun escenario reconocible, el siguiente subgrupo en cambio si que permite ciertas alusiones “a su abuela, la de Kansas city” o a situar la acción en las calles de Chicago y sus prototipos de historia-ficción, tal vez porque los escenarios son lo bastante alejados y ajenos a la realidad española del momento como para que sea posible utilizarlos sin temos a la censura.

Los Gangsters son ya retratados en los mismos inicios de la historia de Bruguera: Tres Pelos y Kid Pantera, gangsters es una creación de Escobar para la revista El Campeón que data de 1948. Pasado por el tamiz costumbrista del autor, Tres pelos es el “profesor en gangsterismo” de kid pantera, quien se esfuerza en aprender todos los trucos del oficio; pero cualquier intento para enseñar al pupilo resulta infructuoso por el despiste de éste último.

 

Tres Pelos y Kid Pantera, gangsters

 

Habrá que esperar hasta 1972 para que Juan Bernet Toledano retome la temática gansteril en el Pulgarcito con Filadelfio Gun, que lidera una banda en los años de la Gran Depresión en Estados unidos, en la que destaca la perfecta ambientación lograda con la vestimenta de los personajes y alguna alusión puntual a aquella realidad como la Ley seca o el penal de Sing Sing.

 

Filadelfio Gun

 

Hilarión y Tadeo (1974) de Morales continúa brevemente esta tendencia, y frisando la década de los ochenta se desarrolla la serie más popular de este apartado: Maff y Osso, creación del guionista Julio Fernández y el dibujante Jiaser, donde asistimos a una parodia gangsteril en toda regla con todos los elementos característicos (ubicación en Chicago, el mafioso Al Tappone o su contrapartida Rocky Marciano, Elliot Yes y subrigada de Insoportables, las femmes fatales, los enfants terribles…) y así veremos a los dos amigos protagonizar episodios plagados de confusiones, atracos, tiroteos, persecuciones y más de un final en chirona, situaciones a las que los sucesivos guionistas sacarán buen partido cómico, y que se prodigarán en las principales revistas Bruguera en su último lustro de vida.

 

Maff y Osso

 

 

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