MORTADELO

Estudios y artículos sobre la serie Mortadelo y Filemón, de Francisco Ibáñez

 

 

Mortadelo y Filemón: evolución gráfica (1958-2005)
NO SÓLO UNAS GAFAS Y DOS PELOS

Por Miguel Fernández Soto y Antonio Tausiet

 

 

Desde su aparición, los personajes de Ibáñez han cambiado, y mucho. El autor evolucionó rápidamente en Bruguera desde aquel estilo aún inmaduro con el que se había fogueado en sus años mozos en una pléyade de publicaciones, al asumir cada vez más trabajos en todas las revistas de la casa, como se puede leer en los primeros capítulos de El mundo de Mortadelo y Filemón (Miguel F. Soto, 2005). Como complemento a la división en etapas que aparece en ese libro (y que conviene tener presente a la hora de leer este apartado), os ofrecemos una antología comentada de imágenes, representativas de los distintos cambios que se pueden apreciar en su evolución a lo largo de estos 47 años, comentando no sólo los cambios estéticos, sino algunas otras peculiaridades como la expresividad o el carácter de la pareja.

 

1958
Nacimiento

Con el carácter aún por formar, al principio no son más que dos detectives cuyos destinos están unidos en la adversidad por culpa de su incompetencia. Filemón tiene una apariencia elegante de detective inglés, con su chaqueta de paño, pajarita y sombrero; la pipa siempre colgando de la comisura de los labios. Mortadelo pasea su pinta anacrónica, mezcla de lo carpetovetónico –la levita, realzada además por el cuello duro y el lacito- con un cierto aire inglés –el bombín y el paraguas-, que recuerda al personaje Fúlmine del dibujante argentino Divito.

Grandes pies y narices son los rasgos más destacados de la deformación caricaturesca inicial de ambos personajes (las narices llegarán a alargarse aún más en esta primera etapa). La característica “oreja de caracol” de los primeros años está ya presente (curiosamente en las primerísimas entregas no es así, dibujándose un garabato en el interior para designar el tímpano). Es posible que Ibáñez adoptara esta fórmula (muy similar a la utilizada por Vázquez en las mismas fechas) para dibujar la oreja de un solo trazo.

La expresividad es aún muy elemental: sempiterno gesto malhumorado en Filemón; y en Mortadelo semblante despistado y falto de inteligencia -su rasgo principal serán los ojos semicerrados-.

 

1960
Segunda etapa

La serie comienza a mostrar su condición dual, al exhibir una compleja interrelación entre ambos personajes, rica en matices y totalmente ambigua: los roles de jefe y empleado se amplían a valores absolutos, que Mortadelo enfatiza a través del disfraz, mientras Filemón hace valer su autoridad con el recurso a la violencia desaforada.

Despojados ya de los sombreros y, respectivamente, de la pipa y el paraguas, se tiende a una simplificación en el trazo, más perceptible en Filemón, que cambia su elegante traje del principio por una americana corriente, mientras Mortadelo, imperturbable a las modas, sigue vistiendo su sempiterna levita negra. Los tamaños de pies y narices continúan siendo considerables y, como se aprecia en la imagen, el apéndice de Filemón sufre una drástica metamorfosis: desde ahora y por siempre terminará en punta.

Tras un centenar largo de historietas, los personajes ya se desenvuelven con naturalidad entre las viñetas. Han aprendido a interpretar las comedias que Ibáñez escribe para ellos, haciendo gala de una elocuencia -sobre todo facial, aún no han dado clases de mímica- capaz de mostrar los más variados sentimientos: cólera, miedo, sorpresa, satisfacción, dolor…

 

1962
Segunda etapa avanzada

Continúa desarrollándose la ambigua relación de los protagonistas, sin una evolución temática clara ni un impulso decisivo de sus personalidades. Advertimos un reajuste de las proporciones (pies y narices de ambos se acortan; la cabeza de Filemón es ahora de menor tamaño). Persiste la oreja de caracol.

Entramos en una etapa muy rica visualmente en la que el autor hace gala de una inventiva sin precedentes, con profusa utilización de las metáforas visuales: a Mortadelo se le dibujan telarañas en los ojos para indicar su aburrimiento; Filemón se dobla literalmente dejando ver una bisagra durante un ataque de risa.

 

 

Para 1963, ver también Un verano francobelga

 

1964
Tercera etapa

Sin renunciar a su relación ambigua, parece que las maneras se han suavizado un tanto. La violencia implícita ya no es tan drástica como en ocasiones anteriores, y las situaciones cotidianas cobran mayor protagonismo, en detrimento de las misiones detectivescas.

Se observa un reajuste de proporciones en el que los pies y narices adquieren su tamaño estándar definitivo. El dibujo de la página pasa por una etapa de estilo minucioso y detallista, certificando la madurez de un autor ya experimentado y dueño de un sentido del movimiento que aplica con éxito a sus historietas. La suavidad de caracteres comentada está acompañada también de un “redondeo” en las formas de nuestros detectives. Todo se torna más amable… de momento. Los personajes se mueven y gesticulan ya con toda naturalidad. Viven, en suma, en su sección semanal del Pulgarcito.

 

1966
Cuarta etapa

No encontramos grandes diferencias en sus personalidades, pero sus peripecias son cada día más ajetreadas, tanto las domésticas como las propias de su trabajo. En vivo contraste con el movimiento continuo que se ha adueñado de la serie, los personajes aparentan estar más gordos y lustrosos que nunca, hasta el punto de que la diferencia de altura entre ambos parece menor. Las orejas ya han adquirido su apariencia más moderna.

Es un momento de máxima expresividad. Heredan con honor la animación irrefrenable de todos sus maestros: Harold Lloyd, Charlot, Buster Keaton y demás glorias del cine cómico clásico.

 

1968
Preparando la etapa gloriosa

El ajetreo les ha vuelto a poner en forma y han adelgazado visiblemente. Todo con tal de perseguir con éxito al caco de turno. Definitivamente nos encontramos con los Mortadelo y Filemón que conocemos hoy, completamente perfilados, a la espera del salto a la fama mundial.

 

1969
Quinta etapa: la década gloriosa

Para su primer álbum (El sulfato atómico) aparecen más creciditos y mejor dibujados que nunca; los escenarios creados por papá Ibáñez son fabulosos (aunque protestase ante el señor González porque era demasiado trabajo) y entran en juego nuevos personajes en el seno de la nueva organización para la que prestan su servicio: la T.I.A. La relación entre los dos detectives se transforma levemente: ahora son compañeros subordinados a su nuevo jefe, el Súper, aunque se siguen haciendo la vida imposible. Otro personaje hacia el que volcarán sus odios es el primero Doctor y luego Profesor Bacterio, que ideará mil inventos catastróficos.La aventura creada para ellos se desarrolla en el marco incomparable de Tirania, un remanso de paz en el que nuestros agentes se solidarizan entre sí con tal de cumplir su misión. Mortadelo permanece estéticamente similar, y Filemón recupera por momentos su americana.

 

1970
Asentamiento

El paso a la revista “Mortadelo” supone su estandarización como personajes durante el resto de la década y el abandono del perfeccionismo ensayado con “El sulfato atómico”, “Valor y… ¡al toro!” y buena parte de “El caso del bacalao”: se fijarán cinco tiras de viñetas por página y cuatro páginas semanales hasta 1979. Entre 1970 y 1975 el entintado de lujo a cargo del dibujante Martínez Osete, tiene sus peculiaridades: cabeza y manos de mayor tamaño.A medida que avanza la década, cambian los entintadores (a veces, a peor), y se van modernizando los trazos, preconfigurando la etapa posterior, más agresiva en el dibujo. Al final de la década (Los gamberros, 1979) hace su aparición Ofelia, secretaria del Súper, obesa y poco agraciada, que da una nueva vuelta de tuerca añadiendo otro personaje a quien odiar por parte de Mortadelo y Filemón.

 

1979
Los ochenta: comienza la estilización

Aunque, como ya hemos dicho, a partir de 1968 el aspecto de la pareja permanece invariable (con pequeños detalles, debidos a la evolución lógica de un dibujante), es en el cambio de formato que consagra la historieta ¡A por el niño! (1979) (de cinco tiras de viñeta a cuatro) cuando se inicia una nueva etapa, con los personajes más estilizados, el dibujo más cuidado y el coloreado más trabajado, mientras que el trazo, por obra del entintado, se hace más grueso. También se aprecia una mayor riqueza en las expresiones y una gran agilidad en los encuadres. Una época que consagra la lucha sin cuartel entre los dos detectives, abandonando ya los momentos pacíficos del paso de la cuarta a la quinta etapa. La irrupción de Irma, una nueva secretaria (“¡Terroristas!”, 1987), reforzará durante un tiempo esa guerra, esta vez por conseguir sus encantos.

 

1991
Los noventa: una década irregular

Los álbumes publicados durante los años noventa presentan altibajos estéticos considerables: mientras que en la primera mitad se alternan grandes obras, de dibujo y coloreado muy cuidados (El quinto centenario) con otras casi anodinas (La crisis del Golfo) y se acrecienta la estilización, a partir de 1996 se aprecia un rejuvenecimiento de la serie: el nivel gráfico aumenta considerablemente, se nota mayor expresividad general, y todo parece cobrar vida de nuevo.

 

2000
Nuestros días

Los últimos años han consagrado un cierto agotamiento tanto estilístico como argumental. Pese a que, como hemos insistido, el aspecto de Mortadelo y Filemón es prácticamente el mismo desde 1968, aproximadamente desde el año 2000 asistimos a un ligero cambio de proporciones de los personajes, que se nos antojan algo anquilosados: una cabeza más grande respecto al tamaño del cuerpo. Sin olvidar que, de vez en cuando, el maestro aumenta el nivel en algún álbum aislado, como en el caso de “Mortadelo de la Mancha” (2005).

 

Conclusión

Hemos visto cómo Ibáñez va evolucionando el aspecto gráfico de sus personajes a través de un viaje de cinco décadas. La característica más reseñable, una vez asentado el semblante de los detectives, es la irregularidad. Con esto queremos decir que no todo está sentenciado y que el autor ha dado muestras sólidas de su capacidad de regeneración. Conservamos el optimismo: a la primera de cambio, llegará a nuestras manos la gran historieta de Mortadelo y Filemón del siglo XXI. La maestría de Ibáñez, pese a sus múltiples recaídas, nunca quedará en entredicho. Quizás alguien le debería decir que los que amamos su dibujo y apreciamos los momentos en los que pone toda la carne en el asador somos muchos más que ese uno por ciento del que habla a veces, restando importancia a la calidad del dibujo. Esperemos que así sea.

 

 

 

Ver también el magnífico enlace externo al respecto:

La evolución gráfica de Mortadelo y Filemón, por Miguel Roselló

 

 

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