...Y EL MURO DE BERLÍN
CAYÓ SOBRE NOSOTROS

Por Antonio Tausiet


 

En el verano de 1991 realicé un viaje por varios países de Europa: Francia, Holanda, Alemania, Checoslovaquia, Hungría, Austria, Italia. Estaba en Ámsterdam cuando los niños repartidores de periódicos voceaban: "¡Putch!". Acababan de dar un golpe de estado en la URSS. Al día siguiente, en la Puerta de Brandemburgo, frente a la embajada soviética en Berlín, grabé a la hija de Gorbachov hablando a favor de la liberación de su padre. No fue posible que en Budapest me concediesen un visado para entrar en Moscú: Boris Yeltsin cabalgaba sobre los tanques representando su comedia bufa. Y mientras, en Venecia, Rifondazione Comunista pegaba carteles a favor del levantamiento de sus correligionarios. ¿Tiempos confusos? No tanto. Cuando ya tienes la información precisa respecto a Lech Walesa y su filiación católica comprendes que aquellos oscuros golpistas eran unos perfectos títeres de la Central de Inteligencia Americana.

 

La Perestroika

Mijail y su sombrero

1917. A partir de la revolución rusa, el siglo XX toma otro cariz en el mundo. Un vasto territorio habitado por 170 millones de personas, capitaneado por la hasta entonces Rusia de los zares, constituye la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Poco a poco, otros países de Europa van uniéndose a esta iniciativa. Repartos de posguerra, invasiones y pactos hacen que Bulgaria, Albania, Rumanía, Hungría, Checoslovaquia, Polonia y Alemania del Este se integren en este grupo. Yugoslavia también es comunista, pero no firma el Pacto de Varsovia. Otros países comunistas posteriores son China, Corea del Norte, Vietnam o Cuba.

Mientras, en el occidente capitalista se procura que esta iniciativa de sistema político se extienda lo menos posible. Pactos contra natura en países como Italia consiguen que su Partido Comunista no alcance nunca el poder. Golpes de estado en España, Iberoamérica, Asia y África hacen el mismo papel. Guerras civiles con cientos de miles de muertos son provocadas para evitar la expansión del marxismo.

Las dos superpotencias mundiales se rearman a velocidad de vértigo. El mundo entero se divide en dos bloques. Cada uno representa un modo de Estado. Los vicios del "socialismo real" (control absoluto, anulando libertad de expresión y de movimiento; anquilosamiento del sistema, burocratización) y los del capitalismo (desigualdades extremas, fomento del consumo, entrega del poder a las corporaciones, aculturación) coexisten en un mundo que aparece más que nunca dividido en dos bloques.

Guerra fría. La posible desaparición de la vida como realidad tangible. Evolución altamente insatisfactoria de los sistemas políticos. Siglo XX de avances vertiginosos en salud, ciencia, tecnología: para unos pocos. Logros obreros en occidente al rebufo de la revolución soviética. Mandatarios insolventes. Estados Unidos alcanza el liderazgo mundial.

Un comunista cincuentón con sombrero occidental llega a ser el máximo dirigente de la URSS. Antes, varios colegas precedentes acuñan la gerontocracia: Kruchev, Breznev, Andropov, Chernienko. Gorbachov lanza dos consignas: Glasnost (transparencia) y Perestroika (renovación). Que se explique él mismo:

"Quienes propusimos la Perestroika nos proponíamos humanizar y renovar el país gradualmente, a través de la democracia, en el ámbito de una opción socialista. Al mismo tiempo, contribuir a la modificación de las relaciones internacionales hacia la paz."

El resultado práctico de aquel loable intento fue el desmantelamiento de la URSS (con la desaparición del sistema comunista en sus países satélites) y la creación de un mundo unipolar, en manos de los EEUU.

El experimento de Gorbachov duró seis años, desde 1985 (con Reagan en el poder estadounidense) hasta el verano de 1991, cuando los antiguos detentadores del poder burocrático, autodenominados comunistas, perpetraron un golpe de estado, secuestrando al mandatario en su "dacha" o residencia vacacional. Dos años antes, en 1989, el imparable proceso de extinción de los sistemas comunistas había comenzado ya en Polonia, Alemania y Checoslovaquia, convenientemente dirigido por una alianza de facto entre su principal promotor, los Estados Unidos de América, financiado por el lobby judío, y el Vaticano, con el papa polaco activamente involucrado. Gorbachov asistía a esta jugada maestra como invitado, cavando su propia tumba y la del sistema que quería reformar.

El único logro notable de la iniciativa del presidente de la URSS fue enterrar la guerra fría, aunque también se rehabilitaron las víctimas del terror estalinista y se retiraron las tropas de la invadida Afganistán. La amenaza de destrucción total del planeta había dejado de existir. Pero a cambio, las ilusiones de millones de personas progresistas resultaron frustradas.

La disolución de la Unión Soviética, certificada en el parlamento ruso con los votos de los comunistas ortodoxos en alianza con los reformadores de Yeltsin (macabro personaje surgido a la sombra de Gorbachov, traidor al proceso iniciado de reforma del sistema, agente de occidente y oportunista salvapatrias populista), inició la desdichada andadura de la Rusia de los años noventa, asolada por enfermedades mortales, mafias torturadoras, mendicidad extrema y terrorismo de estado sin tapujos. Situación que el actual presidente Putin perpetúa en todos sus términos, bien enmascarada con sus resultados macroeconómicos favorables.

 


El muro

La puerta, cerrada

Jueves nueve de Noviembre de 1989. Siete de la tarde. Escucho el noticiario de Radio Nacional de España en mi puesto de trabajo. La noticia: Alemania del Este concede permiso para traspasar la frontera sin visado. Tras varios meses de informaciones respecto al telón de acero y su progresiva permeabilidad, y con los precedentes de lo ocurrido en Polonia (Solidaridad) y China (Tiananmen), todo se precipita. Es un día histórico. A mi compañero de oficina la noticia le trae sin cuidado.

 

Tras la II Guerra Mundial, los vencedores se reparten Alemania. La mitad occidental queda en manos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia; la oriental, en poder de la URSS. El Berlín post-nazi, destruido, también es partido en dos mitades. En 1989 George Bush padre es el presidente de los Estados Unidos. Berlín está dividido por una barrera de 120 kilómetros desde 1961, cuando el presidente de la República Democrática Alemana, Eric Honecker, ordena construir el muro (hasta entonces, 2,5 millones de alemanes del este habían pasado a la parte oeste). La tarde del nueve de noviembre, el portavoz del nuevo gobierno de Alemania del Este, afín a la Perestroika, anuncia una ley que permite el libre acceso a la parte oeste. Miles de berlineses se agolpan en la puerta de Brandemburgo y los demás puestos de vigilancia. Al final, la muchedumbre consigue traspasar la frontera. Al año siguiente, Alemania se reunifica. Los pequeños fragmentos de cascotes del muro de Berlín se convierten en reliquias de una ideología que no consiguió sus propósitos. Ejecutivos de medio mundo los enseñorean en sus despachos como símbolo de la victoria del capitalismo salvaje.

Los meses anteriores a la apertura del muro el mundo había estado pendiente de varios acontecimientos relacionados: en Polonia, el sindicato Solidaridad, liderado por Lech Walesa, consigue el derrocamiento del régimen comunista. Sus postulados, supuestamente progresistas, esconden el advenimiento del nuevo régimen neoliberal. En todas las iglesias se reza por él. El imperio de occidente pone su primera cuña para la destrucción total del sueño igualitario.

Otra fecha clave anterior a la caída del muro es el 11 de septiembre: ese día, Hungría abre sus fronteras con Austria. Miles de ciudadanos de la RDA intentan alcanzar la parte occidental a través de esa ruta.

Tras los acontecimientos de noviembre, todo se precipita. El tirano rumano Ceaucescu muere con su mujer, fusilados ante las cámaras de la televisión el día de Navidad. Cuatro días después el dramaturgo Havel sustituye el comunismo checo por su "Revolución de Terciopelo". Yugoslavia se desintegra desangrándose desde la muerte de Tito en 1980; en 1991 Eslovenia y Croacia se independizan.

Entorno político: Israel convierte la palestina Jerusalén en su capital. Irak e Irán se enzarzan en una guerra que sólo favorece los intereses de la metrópoli, que financia asesinatos como el de Óscar Romero en El Salvador (arzobispo de ideas izquierdistas que no cuenta con la simpatía del papa viajero), o las continuas acciones criminales de la "contra" en Nicaragua. Para acabar de arreglar el follón, en Ucrania la central nuclear de Chernobil sufre un gravísimo escape radiactivo (1986). Y en 1981 se desarrolla el sida, que desde entonces ha causado millones de muertos, aunque hasta 1985 no se informa de la magnitud de la epidemia. Otra toma de conciencia de aquellos años: el irreversible cambio climático y las catástrofes que acarrea, provocado por la acción de los humanos.

 


Artículos anteriores

Alguna de mis visiones de la evolución de los hechos, en artículos anteriores, cuando firmaba Melguencio Melchavas:

 

Un burdel (1-5-1999)

Mao Warhol

El pueblo natal de Mao Zedong, el líder de la revolución china, ha mantenido abierto hasta nuestros días un hotel estatal, donde se alojaban los miles de peregrinos que visitan el lugar para rendir culto a su líder máximo. Este lugar emblemático del comunismo mundial ha sido convertido recientemente en un burdel. Dicen los promotores de la idea que así ofrecen un servicio más a los visitantes, y potencian el turismo de la localidad. En otras palabras, el comunismo estatalista sustituido por la mercadotecnia y la prostitución. Elijan. En nuestras avanzadas sociedades probablemente no nos encontremos bajo esa espada de Damocles nunca, pero quizás preparemos un currículum y estemos tentados de entregarlo a una Empresa de Trabajo Temporal (sí, esas que se quedan con la mitad de tu sueldo por la cara). Hace unos años, ese currículum servía para ganar un sueldo entero, o ninguno. Hoy, para ganar medio sueldo, o ninguno. Vamos avanzando. La experiencia del socialismo real se ha quedado en agua de borrajas, y las democracias occidentales imponen su modelo en todo el mundo. Mientras, en China, van aprendiendo de lo mejorcito de éstas, e inauguran prostíbulos en los santuarios. Bien mirado, caminamos hacia la desinhibición total; ni cultos ni leyes: amor libre y risas perpetuas. ¿Pero pensarán lo mismo las prostitutas del antiguo hotel? ¿No será que el viejo fantasma que recorría hace cien años Europa se siente cansado, y los buitres han aprovechado para arrancarle el pellejo, apresarlo y prostituirlo? El siglo gime de dolor, porque está naciendo de su seno un nuevo milenio, y se anuncia sin valores, sin causas por las que luchar, y con los despojos de antiguos pellejos aún repartidos por el Tercer Mundo. Países secos, sin leche para dar de mamar a sus habitantes, porque los parásitos occidentales les han chupado hasta la dignidad. Si Mao levantara la cabeza, entornaría más si cabe sus achinados ojos del asco de ver el mundo con diarrea, a los intelectuales bombardeando países a su antojo y a las masas de clase media lobotomizadas por la televisión.

 


Aspirantes (21-6-1999)

Aspirante

Andan desperdigados, inhalando pegamento por los suburbios de los países ex-comunistas. Andan desperdigados, con bolsas de plástico, con la nariz destrozada y con el cerebro hecho añicos. El estado les aseguraba alojamiento y cuidados en los orfanatos, pero ya no hay estado. Ahora hay mafias, ahora hay libertad de mercado. Andan desperdigados. Aspiran pegamento, no aspiran llegar a ningún lado. Aspiran los vapores de la droga barata que les entumece, no aspiran alcanzar ningún puesto de responsabilidad, ningún puesto de trabajo, ningún puesto, ningún sitio. Por otro lado, en los mismos países, en la misma Europa próspera e industrial, una raza de parásitos eternos, los aristócratas, siguen reivindicando tronos. En las viejas y cansadas repúblicas, los caraduras ancestrales esperan su turno para volver a ser reyes. Los especialistas en heráldicas monárquicas, en legislaciones sálicas, en latrocinios borbónicos, publican libros inmorales sobre quién debe ser el gran ladrón. Y en Europa sigue la feria, con sus grandes de las patrias desperdigados en urbanizaciones privadas con campos de golf infinitos. Y los niños de la calle pasean con sus bolsas y sus vapores. Y cuando se hacen mayores pasean con sus papeles de aluminio, con sus pipas improvisadas, con su opio transformado, heroína asesina. En Francia, la república por antonomasia, acaba de morir el aspirante al trono. Liberal convencido, amante de la cultura, lobo con piel de cordero. Anciano que pretendía el poder no decidido por el pueblo. Un muerto, un hombre muerto. Mientras, cientos de niños muertos andan desperdigados, aspirando. Es la Europa unida del progreso, con capital en Bruselas, Bélgica, buen menú señor.

 


La momia (25-06-1999)

The mummy

Es la maldición de la momia de Lenin. Sus entrañas se revuelven cuando oye que quieren enterrarlo por fin. Terso su cutis, rígido su sueño, dirige los cerebros huérfanos de los que se dicen comunistas rusos. Y les provoca monstruos, les hace decir (citas texuales): "Apelamos a los rusos a que estén dispuestos a defender las sacrosantas reliquias del pueblo". La religión es el opio del pueblo, y las reliquias son la gastronomía de las religiones. Desenterrando momias egipcias se provocan terribles tragedias; enterrando reliquias sacrosantas, se generan manifiestos surrealistas. Y sigue el comunicado: "Impidamos una provocación preparada por los vándalos y los aventureros del siglo XXI". Cambiar de milenio supone dejar atrás el paraíso potencial. Dejar que nuestros pies traspasen el umbral de nuestro sórdido siglo al futuro, supone soltar el lastre del comunismo corrupto, del muerto incorrupto. Dicen que la fórmula magistral que conserva intacta la momia de Lenin se mantiene en absoluto secreto. Un paralelismo sin precedentes entre el antiguo Imperio Soviético y el pertinaz Imperio Estadounidense, con su fórmula secreta de la Coca-Cola. (Quizás la apresurada noticia del inhumamiento se debe a que Yeltsin se proveía de Bélgica para mantener fresco al fiambre). En Leningrado, actual San Petersburgo, espera un hueco en el mausoleo de la familia Ulianovich. Si se rellena, varios cientos de rusos saldrán a la calle a protestar. Sin comida, ahogados por la mafia, presididos por un enfermo chiflado, y ahora sin su momia. Alguien tendrá que inventar otra palabra que sustituya a comunismo, para que el siglo que viene todavía tenga definición la lucha por una sociedad más justa, olvidadas ya momias, sagradas formas y refrescos imperiales.

 


El aniversario del muro (8-11-1999)

Ceaucescu hecho cisco

El muro de Berlín era el gigantesco espejo donde los occidentales mirábamos con arrogancia nuestra libertad travestida en confort. Pero la vanidad es síntoma de oquedad, y nuestros hermanos europeos del este eran menos pobres antes de 1989, y el capitalismo ha acentuado sus injusticias, y los occidentales vemos, roto el espejo, que ocultaba un sistema corrupto y antidemocrático, como el que rige en nuestros refinados países. Sí, el comunismo se había convertido en un engendro, pero... han pasado diez años y en los países donde se enseñoreaba, hoy hay especulación de miles por ciento, mafias organizadas que controlan la economía, niños sin escolarizar, ancianos abandonados, índices de paro gigantescos... Todo empezó cuando en 1988 Gorbachov anunció en la ONU que la URSS abandonaba su objetivo de hegemonía mundial. Ya sólo quedaba un país que la pretendiese. De ahí, una serie de acontecimientos se desencadenó en 1989. Enero: dirigentes húngaros legalizan partidos de la oposición; febrero: negociaciones del gobierno polaco con Solidaridad y la Iglesia; abril: convocatoria de elecciones para junio en Polonia; mayo: Hungría corta el "telón de acero" con Austria; junio: el ejército chino arrasa en Tiananmen a estudiantes que cantan la Internacional y Solidaridad gana las elecciones polacas; agosto: primer gobierno no comunista del Este desde la II Guerra Mundial, en Polonia; septiembre: Hungría abre sus fronteras con Alemania del Este; octubre: Hungría se declara no comunista; noviembre: apertura del muro de Berlín y destitución del dictador búlgaro; diciembre: primer gobierno no comunista en Checoslovaquia y reunión Bush-Gorbachov. Llegó el fin de la guerra fría; los USA la habían ganado. Luego llegarían la caída de Ceaucescu, la unificación alemana... pero la operación, urdida desde el Vaticano y la Casa Blanca, había sido un éxito. Ahora el muro, que cayó encima de los habitantes del Este, sigue existiendo y es una frontera ideológica, un cerco que abarca el mundo entero. Es una red de control tejida desde el poder, que fabrica ciudadanos iguales en Occidente, mientras el Tercer Mundo crece desigual, dispuesto a rebelarse por los simples efectos de la demografía. Ese consuelo nos queda.

 


Rusia, el muro de Berlín y los trenes (26-9-2000)

El tren CCCP, parado

La extinta Unión Soviética, con Rusia a la cabeza, fue comparada por un tal Yuri Borev con un tren en marcha. Se dirige hacia un futuro luminoso, conducido por Lenin. Pero de repente se acaban las vías. El maquinista convoca a los pasajeros y les incita a que trabajen construyendo más travesaños. El tren reanuda la marcha. Cambia después el chófer y ahora es Stalin. Vuelven a agotarse las vías. El conductor manda fusilar a la mitad de los revisores y de los pasajeros, y al resto les obliga a poner más vías. Kruchev toma luego las riendas del ferrocarril, y cuando se terminan las anteriores, manda desmantelar las de atrás para ponerlas delante de la locomotora. Cuando a Breznev se le vuelven a acabar, ordena que se corran las cortinas y se balanceen los vagones, para que el pasaje crea que el tren sigue en marcha. Hasta aquí la alegoría de Borev. Cuando llegó Gorbachov, descorrió las cortinas y todos vieron que estaban parados. Intentó poner el tren de nuevo en marcha con su Perestroika, pero la máquina era demasiado antigua. Todos le echaron la culpa, y Estados Unidos le sustituyó por un títere, Yeltsin, que dejó a los vagones que se independizasen, y vendió la máquina a las mafias, que la usan como prostíbulo particular. Putin le ha sustituido, y la situación continúa siendo desastrosa: varios focos de guerra abiertos, corrupción generalizada, y un tercio de la población por debajo del umbral de la pobreza. Desde la infausta caída del Muro de Berlín, vergüenza de los líderes occidentales, la pobreza en los países del Este de Europa se ha multiplicado por 10. Había una vez un viejo tren con restaurante donde vivían millones de gentes humildes con una ilusión de futuro, pero sin libertad. Hoy la libertad de aquéllos que han perdido la ilusión, el restaurante y el tren consiste en poder votar a quienes les sigan robando. Sin un céntimo en el bolsillo y con conflictos generalizados, nadie se preocupa por otra cosa que no sea conseguir pan, o esquivar un proyectil mientras occidente hace satisfecho la digestión de su festín anticomunista. Los signos de la modernidad campan por doquier: mugre, mendigos, paro, ruina de todo patrimonio público, industrias apagadas. La esperanza de vida ha pasado de 62 años a 58. El capitalismo baila claqué acompañado de sus estarletes, la tuberculosis, la poliomelitis y la difteria, erradicadas en la oscura época marxista. El gasto en educación ha descendido un 50 por ciento. En 1983, 13 de cada 10.000 rusos se suicidaban. Hoy lo hacen 66. Qué mal estaban. Qué bien están.


 

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