¡Oh, el mundo gira!

 

 

DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 54
04-07-99
¡Bingo!
Al final de los años setenta, y coincidiendo con la apertura política e ideológica que se produjo en España, aparecieron diferentes fenómenos que acompañaron al cambio de mentalidad. Por un lado, el llamado destape, en sus variantes cinematográfica, televisiva y de kioscos. Los cuerpos de la mujeres tenían algo más que manos y frente, aunque los de los hombres parecían (y parecen) seguir careciendo de pene, si contamos con las veces que éste es reproducido en comparación con los pechos o el pubis femeninos. Un fenómeno objetivamente tan baladí como el porcentaje de cuerpo que se podía mostrar, se convirtió en el verdadero escaparate de la apertura al exterior. Por otro lado, el juego organizado no estatal daba sus primeros pasos. Hasta entonces, la lotería era casi el único negocio que aprovechaba la ancestral creencia humana en el poder del azar. Desde ese momento, proliferaron los casinos legales, los sorteos de todo tipo y las salas de bingo, que vivieron un gran auge. Las gentes llenaban los locales donde aburridas señoritas recitaban los números que iban saliendo del bombo, con la casi siempre vana esperanza de cantar el premio mayor. Y el elenco de los jugadores resumía bien la sociedad de la época: señoras entradas en años sin otra posible distracción que pasar la tarde arrancando numeritos de un cartón, mientras gastaban el salario mínimo de sus maridos, o solteros empedernidos asidos a sus güisquis, que terminaban de madrugada durmiendo vestidos sobre su cama sin hacer. Pobres ciudadanos perdidos, que iban dando una patina de mugre espiritual a los recién estrenados y relucientes negocios del azar. Hoy, aquellos bingos son un vestigio amarillento del pasado, de esa transición española tan aclamada, y sobreviven gracias a las grandes bolsas de población española que nada saben sobre muertes en la cama de dictadores, sobre que existe algo más en el mundo que un triste bingo que cantar.

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