¡Oh, el mundo gira!

 

 

DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 55
05-07-99
Feliz Navidad
Ahora que aprieta el calor, inmersos ya en julio, es el mejor momento para hablar de la Navidad. Esa celebración que se colocó forzadamente en el cambio de estación, como todas las celebraciones cristianas sustituyeron a las de creencias anteriores. Fiesta familiar que todos celebramos por activa o por pasiva. Conmemoración del nacimiento de quien cambió el curso de la Historia, que fue crucificado, muerto y sepultado, y al tercer día salió a dar un paseo. Alegría de los niños, que reciben sus juguetes y los abandonan antes de que acaben las vacaciones. Qué momentos durante esas cenas que reúnen a los familiares que no se pueden ni ver, esas tensiones, esos gritos, ese deseo de que la próxima Navidad no llegue nunca. Santa Claus multiplicado por las calles, destacando entre la nieve con su traje rojo, invento de la empresa de refrescos que creó su imagen a principios de siglo. Los magos de oriente, que pierden popularidad, los grandes almacenes, que ganan clientela, los programas de televisión, que crecen en calidad... La Navidad, que todo lo enternece, que convierte a los pobres en paupérrimos, para que podamos derramar nuestras lágrimas de cocodrilo bien a gusto mientras devoramos comidas pantagruélicas. Esos peces que beben y beben y esos tíos lejanos que se emborrachan en los cotillones del barrio. Los villancicos y los belenes, las panderetas y los anuncios con estrellitas. Todos los diciembres tiene que nacer el Niño Dios ese, para que nuestros corazones se inunden de paz y buena voluntad. Durante el resto del año, las campañas militares y los navajazos por la espalda son la perfecta definición del género humano. En Navidad no, en Navidad los caseros perdonan los alquileres y los perros se atan con longanizas. Abróchense los cinturones: sólo quedan cinco meses.
 

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