¡Oh, el mundo gira!

 

 

DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 103
16-11-99
Fraudes para románticos
Ofrecen dos por uno. La última oportunidad para adquirirlo. Con la garantía de que si no queda satisfecho, se le devolverá la inocencia. Es la venta a cómodos plazos del amor en conserva. La quimera bendita de la felicidad compartida. El dulce beso de la esperanza, a cambio de un cheque pequeñito o de una firma rápida. Sólo piden a cambio la fotocopia de la última nómina, o en su defecto la declaración de la renta. En pocos días lo recibirá en su domicilio. Tiene un plazo de dos semanas para probarlo, sin compromiso alguno. Máxima calidad. Seguro contra roturas. Se firma, se entrega el cheque, y pasan los días. Pero no llega. Ni uno, ni dos por uno. Con la inocencia perdida, intentamos buscar la dirección de la empresa vendedora, pero no aparece en la guía. Ni siquiera hemos podido saber cómo es, tenerlo al menos dos semanas al alcance de la mano. No han servido nuestra nómina ni nuestra declaración. Sin esperanza, sin felicidad compartida, de nada sirve un seguro contra roturas, si no se tiene la cabeza fría y  los pies en el suelo. Así que contraatacamos y gritamos al mundo el fraude del amor, de la amistad, de los valores etéreos, e invertimos los valores invirtiendo en valores mobiliarios. Enamorados por fin, del dinero, de las acciones, sufrimos si bajan y gozamos cuando suben. Sustituto pragmático del verdadero amor, ese falso concepto. Ya hemos olvidado la empresa que nos engañó queriendo vendernos la nada, cuando conocemos en el parqué a una corredora que bucea entre números, y nos acercamos a ella cada vez más. Y nos olvidamos de las cifras y las alzas y los dividendos, y mientras nos vamos arruinando descubrimos que la inocencia nos invade, que a ella también se le olvidan los tipos de interés y los índices y las cotizaciones, que compartimos la felicidad y la esperanza... Y adquirimos un compromiso, sin contar con el seguro de rotura. Nos declaramos, firmamos, y cuando parece que dan dos por uno y todo era mentira porque era verdad que la sinceridad existía, descubrimos en su nómina que aquella empresa funciona todavía, que ella forma parte del fraude. Pero ya hemos firmado. Y el amor que nos queda lo gastamos en matar la esperanza, para que los próximos románticos que caigan al abismo mueran para siempre, para que las próximas víctimas del fraude sean las últimas.

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