HAL 9000

 

 

En el año 1969, una película de ciencia-ficción supuso toda una convulsión en el mundo del Séptimo Arte. Su categoría de obra maestra absoluta no ha sido debilitada por el paso del tiempo. Firmada por Stanley Kubrick e inspirada en "El centinela", un relato de Arthur C. Clarke, la obra eligió el año 2001 para elaborar una compleja teoría científica y filosófica sobre el destino de la evolución humana, y su proceso de adaptación al medio. Desde el todavía misterioso momento en que los primeros homínidos comenzaron la conquista de las herramientas para mejorar su calidad de vida, empezando por las armas, hasta el destino amargo de la especie que llega a ser sometida por creaciones propias que alcanzan un poder superior al suyo.

Los creadores de “2001: una odisea en el espacio” apostaron por una evolución continuada, de eslabones consecutivos, pero a la que negaron la condición de infinitud. De igual modo que podíamos señalar el amanecer del hombre, no hay razón para no esperar un crepúsculo, un techo al progreso.

Kubrick y Clarke subrayaron el ansia de expansión del ser humano como el factor causante de la pérdida de control sobre nuestras creaciones, representadas por la inquietante HAL 9000: la computadora perfecta que se rebela, cual Golem futurista.

El segmento central de 2001 documenta la misión a Júpiter emprendida por una tripulación de cinco hombres -tres de ellos hibernados-, en compañía de la última palabra en Inteligencia Artificial: el ordenador HAL 9000. Kubrick muestra a Frank Poole (Gary Lockwood) y Dave Bowman (Keir Dullea) como dos seres anodinos e insustanciales suspendidos en el limbo de la asepsia tecnológica. A HAL 9000 no le cuesta nada convertirse en el personaje más carismático de la función. Programado a la vez para no desvelar el sentido último de su misión y para no mentir a la tripulación del Discovery, HAL 9000 canalizará esa contradicción interna a través de un proceso de estrés informático desembocante en tragedia: el superordenador detectará una falsa anomalía en una de las antenas que mantienen el contacto con la Tierra, generando una funesta crisis de confianza en Bowman y Poole. En una implacable escalada de tensión, HAL mata a Poole durante una de las salidas del astronauta al exterior de la nave, extermina a los tres tripulantes hibernados y lanza a Bowman al espacio, pero éste logra abrirse paso hasta el interior del Discovery, llegando a su centro neurálgico: la memoria de HAL.

En una de las escenas más sobrecogedoras que el cine ha dedicado a la relación entre hombre y máquina, Bowman, flotando en el simétrico espacio de la memoria sintética, desconecta a HAL 9000 mientras mantiene un perturbador diálogo con él: el ordenador va sumergiéndose lentamente en un estado de regresión que culmina en el infantil recuerdo de la canción que le enseñó su programador, Daisy ~ Daisy... dame tu respuesta.

Para Arthur C. Clarke, la señal definitiva de que ha nacido un ordenador como HAL tendrá lugar cuando un sistema de Inteligencia Artificial se revele "capaz de hacer chistes a su propia costa". Precisamente el concepto de conciencia aplicado a ordenadores será una parte de su próximo trabajo literario, 3001. En él promete ofrecer nuevas revelaciones sobre Hal y Frank Poole, el astronauta asesinado por el superordenador en 2001. Este nuevo título se añadiría a 2010: Odisea II y 2061: Odisea III en la lista de secuelas literarias de su crucial clásico.

 

 

el Golem

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