LIBRO DE BUEN AMOR

Comentario de la obra de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita


 

Por Antonio Tausiet

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Escrito en el siglo XIV (1381-1389), en plena Edad Media española, por Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (Guadalajara, diócesis de Toledo), nacido en Alcalá de Henares (Madrid). Un arcipreste es un cargo religioso que dirige una zona de una diócesis (a su vez, la diócesis es administrada por un obispo).

 

Mediante continuos recursos irónicos, el autor equilibra la desvergüenza y la delicadeza en un texto tan didáctico como humorístico, tan piadoso como lujurioso. Y tan sencillo en ocasiones y oscuro en otras como corresponde a los escritos de un clérigo de hace setecientos años. En un fragmento (sobre el sacramento de la penitencia), el autor avisa de que:

 

"Escolar soy muy rudo, ni maestro ni doctor,

aprendí y sé poco para ser demostrador;

esto que yo digo entiéndalo usted mejor;

bajo la vuestra enmienda pongo el mi error."

 

El título actual dado a toda la obra (Libro de buen amor) se infiere de los propios comentarios que contiene, puesto que ha llegado hasta nosotros sin una denominación genérica clara. Lo propuso el filólogo Ramón Menéndez Pidal en 1898. Nótese que se le denomina "de" buen amor, y no "del" buen amor.

 


Hita (Guadalajara). Mercado medieval

 

El Libro se enmarca en la ideología religiosa castellana de la época, algo más cercana en lo erótico al texto hebreo original de la Biblia y sus interpretaciones (donde el sexo no se considera malo) que a la versión oficial del tema que se pretende imponer desde Roma, en la que el placer sexual no es admitido como algo positivo. El Arcipreste (sacerdote de cierta categoría) habla con naturalidad en su obra de la extendida barraganía de los clérigos (tener una mujer como pareja civil, sin casarse por la Iglesia), e incluso de sus amores con una monja.

 

He actualizado al castellano contemporáneo las referencias textuales que transcribo, para mejor comprensión del lector.

 
 
 
 

PASAJES INTRODUCTORIOS

 

Intención del Libro

 

El Libro es fundamentalmente un catálogo de artes amorosas, con la supuesta intención de evitar el "loco amor" (el que se fundamenta en las pasiones) y promover el "buen amor" (el que respeta las convenciones morales). Pero se trasluciría una intención de "obra abierta" en la que la interpretación del texto la da el tipo de lector.

 
 

No obstante, las corrientes historiográficas más recientes (Stuart Clark, María Tausiet) hablan de un lenguaje "de inversión" propio de la Edad Media y el Renacimiento, en el que el Libro se enmarcaría con facilidad, mostrando lo que no es permisible para ejemplificar en sentido contrario. Aunque desde una perspectiva actual el texto se puede tomar simplemente como una gran parodia humorística.

 

En el prólogo -escrito en prosa tras una oración en verso donde el Arcipreste pide a Dios que lo libere de la prisión- se puede leer:

 

"Compuse este nuevo libro en el que están escritas algunas maneras, maestrías y sutilezas engañosas del loco amor del mundo que usan algunos para pecar. Las cuales, leyéndolas y oyéndolas hombre o mujer de buen entendimiento que se quieran salvar, rechazarán. Los de poco entendimiento, no se perderán, porque leyendo y dándose cuenta del mal que hacen o quieren hacer, desecharán y aborrecerán las maneras y maestrías malas del loco amor. Aún así, si algunos, a los que no lo aconsejo, quisieran usar del loco amor, aquí hallarán algunas maneras para ello. Mi intención no fue hacerlo para enseñar cómo pecar, sino para dar ejemplo de buenas costumbres. Y para que todos sepan y puedan guardarse mejor de tantas maestrías como algunos usan por el loco amor."

 

A partir de aquí, el texto se desarrolla en verso, siguiendo las normas del Mester de Clerecía, hasta alcanzar más de 1.700 estrofas conservadas, de diversa duración (la mayoría de cuatro versos, en Cuaderna Vía).

 

Una estrofa vuelve a hablar de la intención del texto:

 

"Tú, Señor Dios mío, que al hombre creaste,

informa y ayuda a mí, tu arcipreste

a que pueda hacer un libro de buen amor, éste,

que los cuerpos alegre y a las almas preste [ayuda]"

 

El hilo conductor son las supuestas vivencias en primera persona del autor, que va intercalando parábolas a modo de ejemplo ilustrador, y adaptaciones y comentarios de obras anteriores. Los pasajes más recordados son el de los amores de don Melón con doña Endrina y el de la batalla entre don Carnal y doña Cuaresma.

 
 

Disputa entre Grecia y Roma

 

Tras unos poemas dedicados a la Virgen, los prolegómenos continúan con una toma de posición respecto al tono de humor que contiene el libro: "Todo hombre se debe alegrar entre sus preocupaciones", y como ejemplo se relata un cuento en el que Roma reclama a la sabia Grecia sus leyes. Los griegos deciden que habrá una discusión mediante gestos -al no compartir el idioma- y presentan a uno de sus sabios. Los romanos eligen a un pícaro, convencidos de que Dios le mostrará qué señas hacer. El sabio muestra su dedo índice. El pícaro le responde con tres dedos a modo de arpón. El sabio enseña la palma de su mano y el pícaro levanta el puño. Los griegos se dan por satisfechos y entregan las leyes a los romanos. Su interpretación es que ante la afirmación de que Dios es uno, el romano contesta que es uno en tres personas; que ante la afirmación de que todo es según la voluntad de Dios, la contestación es que tiene el mundo en su poder. El pícaro explica luego su versión: cuando el griego le dice que con su dedo le romperá un ojo, él le responde que le romperá con dos dedos los ojos y con el pulgar los dientes; luego el sabio amenaza con darle una bofetada y él le contesta que le dará un puñetazo. La moraleja es que no hay mala palabra si no es mal entendida, y que con este consejo se consigue tener mujer. Acaba afirmando: "Si me sabes interpretar, siempre me tendrás en el pensamiento".

 
 
 
 

Juntamiento con hembra placentera

 

El siguiente capítulo introductorio comienza con esta desveladora estrofa:

 

"Como dice Aristóteles, cosa es verdadera
el mundo por dos cosas trabaja: la primera
por tener mantenencia; la otra cosa era
por tener juntamiento con hembra placentera."

 

Después añade que el hombre desea más que cualquier otra criatura "compañía siempre nueva", y que él mismo probó varias veces el amor de las mujeres, puesto que es bueno "saber bien y mal y usar lo mejor".

 

 

PRIMERAS DAMAS REQUERIDAS

 

Este bloque del libro incluye el relato de tres intentos del Arcipreste por tener compañía femenina, y una reflexión sobre la astrología.

 

El Arcipreste, enamorado de una dama y de una panadera. El león doliente y la Tierra preñada

 

Comienza el relato de sus vivencias -con el intercambio de fábulas, la mayor parte tomadas de Esopo- con una mujer a la que pretende, utilizando una mensajera. La dama ("dueña": "mujer ni virgen ni casada") en cuestión no le corresponde y sólo puede cruzar con ella palabras. Él le envía la fábula del león doliente, al que invitan el resto de animales a comer. Se reparte la carne de un toro, y el lobo decide darle al león la peor parte y repartir entre los demás la mejor. El león le da un fuerte golpe en la cabeza. Entonces la zorra entiende el mensaje y modifica el reparto, entregando la carne buena al león. La respuesta de la enamorada es que ella ha aprendido, como la zorra, con castigo en cabeza ajena: las otras mujeres requeridas por el Arcipreste creyeron a la mensajera y ahora están abandonadas. Además, la dueña recibe comentarios de las gentes contrarios al Arcipreste y lo rechaza, enviándole el cuento de la Tierra preñada, que tanto gritaba que todos creían que pariría un monstruo: entonces salió un "mur topo" (ratón de tierra, topo) y todos rieron. Así, ella ve cómo él promete mucho y da poco. La conclusión: "Hombre que mucho habla hace menos a veces".

 

Pero no se rinde: le envía unas cantigas -que ella rechaza- en las que afirma que todo es vanidad excepto amar a Dios, y que si ella no le quiere entonces él deja de insistir. Además añade una loa a las mujeres, calificándolas de buenas y nobles. Y como precisa compañía intenta seducir a Cruz, una panadera, mediante un amigo mensajero, Ferrán García. Éste, traicionándole, consigue a la dama y el Arcipreste queda solo de nuevo tras este segundo intento.

 
 

Astrología y predestinación. El hijo del rey Alcaraz

 

El Arcipreste continúa su Libro haciendo una defensa de la astrología, afirmando que según el signo en que naces tu personalidad y tu destino son distintos. Para ello relata el cuento de los cinco sabios y el hijo del rey Alcaraz. La profecía de los sabios respecto al destino del niño es distinta. Según cada uno, será apedreado, quemado, despeñado, colgado o ahogado. El rey encarcela a los cinco, por incongruentes. Cuando crece, el príncipe sale a cazar y se desata una tormenta de granizo, de la que huye por un puente donde le alcanza un rayo, que rompe el puente por el que se despeña cayendo sobre un árbol del que cuelga y al fin muere ahogado por las aguas del río. El rey libera a los astrólogos y desde entonces sigue sus consejos. El autor afirma que cree firmemente en la astrología, con la excepción de la voluntad de Dios, que puede modificar el destino. Para explicarlo, se recurre a la metáfora del mandatario que hace una ley para castigar, pero puede perdonar la pena si así lo cree oportuno. Del mismo modo, los astrólogos leen en la Naturaleza, pero cuando yerran no mienten: lo que sucede es que Dios ha decidido modificar los hechos.

 
 

Juan Ruiz se declara nacido en el signo de Venus, el del amor. Declara que, como todos los que comparten su signo, trabaja mucho para tener compañía, pero no suele conseguirlo. De todos modos, enseña que el que "mucho trabaja en mucho placer vive". Porque "el amor hace sutil al rudo, al mudo elocuente, atrevido al cobarde y dispuesto al perezoso". Al joven lo mantiene en su juventud y al viejo le hace perder la vejez. Pero hay una crítica que hacerle: "el amor siempre habla mentiroso".

 
 

Siguiente dama requerida

 

El Arcipreste se enamora de una tercera mujer hermosa y le regala todo tipo de bienes, que ella rechaza por considerarse comprada. El ejemplo metafórico nos lo da el cuento del ladrón y el perro guardián: el que entra a robar en una casa le da pan al perro, pero éste lo rechaza, siendo leal a su dueño.

 
 

CONVERSACIÓN CON DON AMOR

 

Esta parte del libro tiene como hilo argumental una disputa entre el Arcipreste y don Amor, que incluye ejemplos relacionados con los siete pecados capitales, una parodia de las Horas Canónicas rituales de la Iglesia, y varios consejos de don Amor para conseguir pareja.

 

Encuentro con el Amor

 

El Amor se presenta al Arcipreste, y éste le increpa llamándolo mentiroso, enloquecedor y dañino, contando luego el ejemplo del joven que quiso casarse con tres mujeres. Su familia le convence para que se case sólo con dos, con el intervalo de un mes. Pero pasado el plazo, ya no quiere casarse con la segunda, porque el amor le ha consumido y ha perdido la fuerza, no pudiendo ya parar la rueda de su molino con el pie: "Amor, quien más te sigue, quémasle cuerpo y alma, destrúyeslo del todo, como el fuego a la rama". Nueva fábula ilustrativa: la de las ranas que querían un rey. Unas ranas cantaban y jugaban contentas en su lago, pero se les ocurre pedir a Júpiter un rey. Él les manda un gran tronco, pero ellas ven que pueden subirse en él, así que como rey no les sirve. Entonces Júpiter les envía una cigüeña hambrienta, que las devora. Ellas imploran socorro y Júpiter les dice que tienen lo que se merecen por haber renegado de su libertad. Así, el amor también es algo anhelado que se convierte en una maldición, puesto que el varón que lo anhela pasa de ser libre a vasallo suyo.

 
 
 
 

El Arcipreste continúa su diálogo con el Amor comentando los pecados capitales y poniendo ejemplos alegóricos. Se considera la codicia como el pecado principal, distinguiéndolo de la avaricia. Aunque Tomás de Aquino ya había eliminado de la lista el pecado de la vanagloria, éste también se incluye en la lista, haciéndolo causa del de la ira.

 
 

El pecado de la codicia. El alano con la carne

 

El amor lleva siempre consigo los pecados mortales: la codicia es la madre de los demás, como la soberbia, la ira, la envidia o la lujuria. Troya y Egipto se destruyeron por codicia, ocurriéndoles lo mismo que al perro alano que llevaba carne en la boca y al pasar un río la vio reflejada en el agua. Cuando quiso apoderarse del reflejo, perdió lo que llevaba. Eso mismo le pasa al codicioso que cree ganar con el amor y pierde lo que tiene.

 
 

El pecado de la soberbia. El caballo y el asno

 

Quien no tiene miedo, comete pecado de soberbia, y roba joyas para su amada, o fuerza a "mujeres casadas, solteras, viudas y religiosas". Lucifer cayó por soberbia, y por amor se entablan peleas alentadas por la soberbia. Este pecado se ilustra con el cuento del caballo y el asno, en el que el primero se burla orgullosamente del segundo, mostrando su fuerza y valentía, hasta que es atravesado por una lanza y queda malherido para siempre. El burro se ríe de él y le dice que su actual mezquindad vengará su antigua soberbia. Así los que son orgullosos han de aprender también que "fuerza, edad, honra, salud y valentía no pueden durar siempre": se van con la juventud.

 
 

El pecado de la avaricia. El lobo, la cabra y la grulla

 

El Arcipreste -y muchos de sus contemporáneos- diferencia como pecado capital el de la avaricia del de la codicia. Como ya hemos apuntado, la codicia es la madre de los demás pecados, y se puede definir genéricamente como desear lo que no se tiene. En cambio, la avaricia sería no considerar nunca suficiente lo que se tiene, y por lo tanto no dar nada. Se reconviene al avaro por no compartir sus bienes y despreciar a los que como él antes, son pobres. Como en el ejemplo del lobo, la cabra y la grulla: un lobo se estaba merendando a una cabra y uno de los huesos se le atravesó en la garganta. Pidió ayuda, prometiendo recompensa. Una grulla le sacó el hueso con su pico y le reclamó que le pagara. Pero el lobo repuso que bien pagada estaba con no ser engullida. El desagradecido nunca paga, y considera que las cosas buenas que le hacen son por derecho propio; pero será condenado.

 
 
 
 

El pecado de la lujuria. El águila y el cazador

 

Donde está el amor, está la lujuria. Quienes son lujuriosos, se matan a sí mismos, como pasó con el águila y el cazador. Un águila es alcanzada por una flecha de un cazador, que ha adornado sus armas con plumas de la propia ave. Cuando se ve herida de muerte, el águila exclama: "De mí salió quien me mató". El lujurioso destruye su cuerpo y mata su alma. Tras practicar la lujuria, se siente tristeza y ello acorta la vida.

 
 

El pecado de la envidia. El pavón y la corneja

 

El autor continúa desgranando sus reflexiones ejemplificadas de los pecados capitales, atribuyendo en todos los casos al amor esos pecados. Así, el pecado de la envidia se asimila a los celos. El celo siempre nace de la envidia pura, que alimenta las sospechas. Así, por envidia mató Caín a Abel, Jacob hurtó la bendición a Esaú y Cristo fue preso y muerto. Como en el caso del pavón y la corneja: una corneja ve a un pavón haciendo su baile amoroso y quiere ser como él; se quita sus plumas y se viste con otras de pavón. La graja empavonada es descubierta por el pavo y la despluma y la tira al barro. Quien quiere lo que no es suyo perderá lo propio y lo ajeno.

 
 

El pecado de la gula. El león y el caballo

 

El goloso quiere a cuantas ve. Nunca deja de comer y eso le hace enfermar. Adán fue al infierno por comer de la fruta prohibida. Y Lot se acostó con sus hijas por beber demasiado: "donde hay mucho vino, luego viene la lujuria y todo mal después". El león y el caballo: un caballo muy gordo pacía en la dehesa y llegó un león cazador. El caballo le dijo que sería suyo si le quitaba un clavo de la pezuña. El león se acercó a la pata y el caballo lo mató a coces. Luego huyó corriendo y murió por haber comido demasiado. La gula acaba matando.

 
 

El pecado de la vanagloria. El león suicida

 

Las acusaciones contra el Amor continúan. Ahora el autor le dice: "Ira y vanagloria traes; si no se hace lo tuyo, tomas ira y saña". Atribuye el pecado de la vanagloria (que lleva a la ira) a los personajes bíblicos Nabucodonosor, Sansón y Saúl, estos dos últimos suicidas por su propia ira. Así el león orgulloso (pecando de vanagloria) cuando era joven perseguía y mataba por doquier; cuando envejeció, los demás animales fueron a malherirle, hasta que el león se quitó la vida preso de la ira. Lo que no quieras para ti, no se lo hagas a los demás, que los otros pueden devolverte lo que les has hecho mal.

 
 

El pecado de la pereza. El pleito del lobo y la zorra con don Simio

 

El Amor ataca a quienes no están ocupados y los entretiene en pensar cómo conseguir pareja. El lobo le dice a la zorra que no debe robar un gallo, mientras desea comérselo él. Acaba poniéndole un pleito a la zorra, con don Simio de juez. El abogado del lobo era un galgo, y en su demanda relata que la zorra le robó el gallo a don cabrón. La zorra busca un mastín como abogado, que acusa al lobo de robarle las ovejas y de tener una amante, la mastina, además de a su mujer, la loba, hecho por el cual pide su excomunión. La sentencia de don Simio libra al lobo de la excomunión, pero no le admite la demanda contra la zorra, puesto que él acostumbra a hacer lo mismo. No obstante, manda a la zorra que no robe el gallo. En resumen: no se condena a nadie, porque los que acusan también pueden ser acusados. Como el Amor, que reprocha lo mismo que hace.

 
 
 
 

Parodia de las Horas Canónicas

 

Terminado el repaso de los pecados que trae aparejado el Amor (ahora llamado don Amor), el Arcipreste sigue con su discurso contra él, y hace un repaso paródico comparando los rezos de los clérigos con las artes amorosas. Se trata de un pasaje con abundantes fragmentos en latín de los salmos (Oficios) de cada una de las ocho Horas Canónicas. Las comparaciones humorísticas incluyen numerosos sacrilegios, sustituyendo el objeto de los rezos (Dios y la Virgen) por la mujer a la que se ruega, se dan las gracias, con la que se practica la misa, o se tocan "todos los instrumentos".

 

Comienza diciendo al Amor: "Rezas muy bien las Horas con jóvenes holgazanes", y luego hace su particular repaso, en el que el protagonista es un religioso que goza de las damas al compás de las frases piadosas. No hay ninguna interpretación segura completa de este pasaje y sus entresijos, del mismo modo que tampoco la hay del resto del libro, que ha dado lugar a innumerables opiniones y exégesis, muchas veces contrapuestas.

 
 
 
 

Maitines (medianoche)

 

Te levantas de la cama en casa de tu amiga y te pones a cantar en voz alta "Domine labia mea" ("Señor, mi boca [abrirás]", primeros versos de los salmos cantados en Maitines); "primo dierum omnium" ("el primer día de todos") tocas los intrumentos; "nostras preces ut audiat" ("que oiga nuestras oraciones") y los haces despertar.

 
 

Laudes (las 3 de la mañana)

 

Desde que sientes a la dama a tu lado, tu corazón se alegra, y "cantate" ("cantad", con lo que comienzan los Laudes), en los fríos ásperos (de la flacidez); con el "laudes Aurora lucis" ("saludo al alborear el día") le das las gracias a ella (y no a Dios) (por la erección), y le caerás en gracia con "miserere mei" ("apiádate de mí").

 
 

Prima (las 6 de la mañana)

 

Cuando sale el sol, empiezas a rezar la Hora Prima. "Deus in nomine tuo" ("Dios, en tu nombre [sálvame]") pides a tu alcahueta (en tu nombre) que lleve a la dama a por agua y con esa excusa le hable en tu nombre. Y si no es con la excusa del agua, que sea con la de buscar rosas rojas en las huertas. Si la tonta cree los consejos de la alcahueta, "quod Eva tristis" (lo que la triste Eva) trae de "quicunque vult" ("el que sea que quiera") flores malas. Es decir, que traiga lo que sea, pero que caiga en tus redes.

 
 

Tercia (las 9 de la mañana)

 

Si con las flores no se deja engañar, entonces utiliza tu elocuencia y trastórnala con ella. "Os, lingua, mens" ("boca, lengua, mente [en la confesión]", rezo de la Hora Tercia) la invadirán, y el ardor obnubilará su mente, y se alejará ("longe") de la virtud. Luego vas a la iglesia para hablarle, no para oír misa: lo que quieres es la misa de los novios, pero sin el componente religioso. Cojeas al principio, pero al final de tu misa trotas bien.

 
 
 
 

Sexta (las 12 del mediodía)

 

Cuando acaba la misa, rezas también la Sexta, que la vieja tiene preparada ya a tu amiga: "In verbum tuum" ("[esperando] en tu palabra") y "feo sant sant uter" (o mejor, "factus sum sicum uter", "estoy como odre al humo"), o sea que comentas alegre tu particular misa de fiesta. Rezas: "quomodo dilexi" ("cuánto deseo") hablar contigo; "suscipe me secumdum" ("susténtame según [tu palabra]"); "lucerna pedibus meis" ("lámpara a mis pies") es tu persona. Ella te contesta: "quam dulcia" ("qué dulces [son tus palabras]") y vuelves a los rezos, en este caso a la Nona.

 
 

Nona (las tres de la tarde)

 

Vas a rezar la Nona con la bella mujer, y empiezas diciendo "mirabilia" ("maravilla": así empieza el rezo de la Hora Nona); ella te contesta: "gressus meos dirige" ("endereza mis pasos"). "Iustus es, Dómine" ("justo eres, Señor"), tañe a Nona la campana.

 
 

Vísperas (las 6 de la tarde)

 

Nunca vi a sacristán que mejor tocara la campana a Vísperas. La que acude a ellas, por mucho que no quiera, haces que permanezca gracias a "virgam virtutis tuae" ("la vara de tu fortaleza"): es decir, la verga. Le dices a ella: "sede a dextris meis" ("siéntate a mi derecha"); cantas "laetatus sum" ("me alegré") si lo hace; "illuc enim ascenderunt" ("pues allá subió [el pueblo del Señor]") dices a cualquiera que se queda ahí (para echarlo); la compañía femenina es como una gran fiesta religiosa.

 
 

Completas (las 9 de la noche)

 

Nunca vi a ningún cura que tan bien rece Completas; vengan hermosas o feas, pálidas o morenas, en cuanto te dicen "conortamos" (mejor, "converte nos", conviértenos, que es como empieza el rezo de las Completas), les abres las puertas y luego ellas te ruegan: "custodi nos" ("guárdanos"). Hasta el "quod parasti" ("que aparejaste", otra parte de las Completas) no las quieres dejar; "ante faciem omnium" ("delante de la gente") las sabes alejar; "in gloria plebis tue" (en la gloria de tu pueblo") las seduces. Y si se quejan, les dices "salve regina" ("reina, te saludo"), que es el himno a la Virgen María que se canta al final de Completas.

 
 

Más reprobaciones. El topo y la rana

 

El Amor es engañoso y diabólico, porque no distingue clases sociales, enajena la razón y confunde a quien cae en sus redes: "Asegurando matas; ¡quítate de mí, vete!". A sus amigos les sucede con él como al topo con la rana. Un topo tenía una cueva en la rivera de un río, que creció hasta cubrir la entrada. Llegó una rana cantando, que le ofreció ser su mujer y salvarlo nadando, instándole a atar el pie al suyo. Una vez atados, la rana no cumplió su promesa y se puso a nadar hacia dentro del agua. El topo intenta salir, la rana estira, y en esta lucha los ve un milano que se lleva a los dos a su nido y se los come. Así el Amor ata a los enamorados y los destruye. "Mucho más te diría", concluye el autor, dirigiéndose a don Amor, pero añade que no habla más porque sería malquerido.

 
 
 
 

Respuesta de don Amor. Los dos perezosos

 

Tras la larga diatriba, el Amor contesta al Arcipreste, mostrándose mesurado y aconsejándole que abandone la saña, y añadiendo: "si mis dichos haces no te dirá mujer no". Le acusa de no haber conseguido nada de las mujeres por su propia culpa, y no por culpa del amor, al que ni siquiera recurrió: "Quisiste ser maestro antes que discípulo". "Siempre será mezquino quien amor vano tiene".

 

Primero, hay que saber escoger a la mujer: ha de ser hermosa, ni muy alta ni enana, ni villana. Tiene que ser de buena talla, de cabeza pequeña, pelo rubio sin teñir, cejas separadas, caderas anchas, ojos grandes, pestañas largas, orejas pequeñas, nariz afilada, dientes pequeños, labios rojos y gruesos, boca pequeña y cara blanca y sin pelos. Se debe procurar verla antes sin camisa para comprobar su talle. A la mujer que envíes como mensajera, escógela de tu familia y no de tu servicio, para que haga bien su labor de mentir. Si no tienes una pariente para tal fin, busca a una vieja de las que andan por las iglesias, que suelen emplearse como parteras: las trotaconventos. El Amor continúa sus consejos anatómicos intercalándolos con la sentencia: "En la cama muy loca, en casa muy cuerda". Luego añade: "De tus joyas hermosas da la que puedas; cuando no quieras o no tengas qué dar, promete mucho aunque no lo des, que ella hará lo que quieras" y "Sírvela, que sirviendo el amor crece"; "Agradécele mucho todo lo que haga por ti"; y no seas perezoso en estar con ella: "Por pereza se pierde mujer de gran valía". Como en el ejemplo de los dos perezosos que querían a una misma mujer. Eran los dos "bien apuestos": uno tuerto, cojo el otro. Los dos creían que tenían seguro su casamiento. La mujer les dijo que se casaría con el más perezoso. Habló el cojo: su lesión se produjo por pereza de tender el pie hasta el escalón, cayendo por la escalera. Añade que se quedó mudo por no abrir la boca para beber del río. Luego tomó la palabra el tuerto: estando en compañía de una mujer anterior que le gustaba, le llegaron los mocos a la nariz y por pereza no se limpió y perdió a la dama. Además, una noche lluviosa estaba tendido despierto en la cama, y una gotera le caía en el ojo. Por pereza, no se movió y la gotera le dejó tuerto. La mujer les dice que son igual de perezosos los dos, y que por eso mismo no quiere a ninguno. Lo cual demuestra que una mujer, cuando pierde la vergüenza, es capaz de cometer diabluras.

 
 

Don Amor continúa con su respuesta. Pitas Payas

 

La mujer, el molino y la huerta necesitan ser usados de continuo: el molino gana si está en funcionamiento; la "huerta mejor labrada da la mejor manzana"; y "mujer mucho seguida, siempre anda lozana". Pitas Payas era un pintor de Bretaña, que se casó con una moza. Antes de pasar un mes del matrimonio, el pintor debe irse de viaje a Flandes. Ella le pide que no le olvide. Él le pinta bajo el ombligo un pequeño cordero y se marcha. Como el marido tarda dos años en volver, ella toma un amante hasta que se borra el dibujo. Al tener noticias de la vuelta del pintor, le dice a su amante que le pinte otro cordero, pero él le pinta un carnero adulto, con cuernos y todo. Cuando el pintor ve el nuevo dibujo, pide explicaciones a su esposa, que le contesta que si no hubiera tardado tanto en volver habría encontrado al cordero. Esta fábula la escribe el autor con terminaciones similares a las del idioma francés, para darle mayor intención burlesca, además de la alusión a los cuernos del animal. Moraleja: no abandones lo tuyo, pues caerá en manos de otro, como cuando un cazador ahuyenta una liebre que acaba atrapando otro cazador.

 
 

Más razones de don Amor. Las propiedades del dinero

 

Con poco que des a tu mujer de lo que tienes, conseguirás de ella todo cuanto le pidas. El dinero consigue que el cojo corra, que el mudo hable y que el necio sea noble. En suma, es una bendición. El Amor cuenta cómo vio en la corte de Roma que el dinero era recibido con honores, y servía para nombrar obispos, para dar por bien examinados a curas y monjas, para ganar juicios, para liberar de cadenas, para salvar la vida, para matar... "hacía de verdad mentiras y de mentiras verdades". Muchos monjes predicaban contra el dinero y luego lo admitían para otorgar perdones. Y cuando un rico se está muriendo, riñen entre sí para llevárselo. Toda mujer desea el dinero. Todas las cosas se hacen por amor al dinero. Si no le das dinero a la dama, al menos dale buenas palabras. Y si sabes tocar instrumentos o cantar, hazlo para ella. Si una cosa sólo no hace cambiar de parecer a la mujer, varias de éstas juntas te ayudarán. Y síguela sin descanso, hasta vencerla. Una mujer, cuanto más es perseguida y herida por un hombre, más loca está por él. Persiguiendo mucho a una mujer brava se le acaba haciendo dócil. Pasando el agua muchas veces por la roca, acaba horadándola: "mujer mucho seguida olvida la cordura".

 
 

Últimos consejos del Amor al Arcipreste. Buenas costumbres y abstinencia alcohólica. El ermitaño

 

Has de guardar buenas costumbres y beber poco vino, para no caer en el pecado de Lot con sus hijas. Un ermitaño de cuarenta años nunca bebió vino. El diablo estaba apesadumbrado, y tentó al ermitaño diciéndole que del vino se hace la sangre verdadera de Dios. "No sé qué es vino", le contesta el ermitaño. Y el diablo le manda a buscarlo y le hace beberlo. Una vez emborrachada su víctima, le hace tener un gallo con la excusa de que le diga la hora, y con él unas gallinas. Cuando el ermitaño borracho vio aparearse al gallo, codició hacer fornicio. La codicia fue la raíz de todos sus males: lujuria, soberbia e incluso homicidio. Se fue de su ermita y violó a una mujer. Luego la mató para que no le delatara. Pero le descubrieron y le ajusticiaron. Todo por beber de más, que hace perder la vista, acortar la vida, debilitarse, temblar los miembros, perder la memoria, oler el aliento y quema el hígado. Si quieres amar a una mujer, no bebas vino. El vino es bueno bebido con mesura. Si se bebe de más, vuelve loco. Huye del vino y cuando hables con una mujer hazle buenos gestos, dile palabras hermosas, suspirando, mirándole a los ojos. No hables deprisa ni despacio, no seas arrebatado ni laxo. No juegues a los dados, no pelees, no te vanaglories, no seas celoso, no alabes a otra en su presencia, alábale a ella, no le mientas. Que no sepa nunca que amas también a otra. A los demás háblales sólo de su bondad, pero no la alabes más, pues la puedes perder. El Amor termina su contestación y el Arcipreste dice que nunca ha encontrado a una mujer como las que relata el Amor.

 
 
 
 

DON MELÓN Y DOÑA ENDRINA

 

Aquí comienza la versión del Arcipreste del Pamphilus de amore, comedia amorosa escrita en latín en el siglo XII que cuenta los amores de Pánfilo y Galatea. En esta comedia también aparecen los personajes de Venus y de la vieja. Luego se añade algún intento más de conseguir amor, con la ayuda de su alcahueta Trotaconventos (antecedente de La Celestina).

 

Consejos de doña Venus. Doña Endrina

 

Una vez el Amor se ha marchado, el Arcipreste continúa durmiendo y al alba piensa que él siempre ha vivido según los consejos dados y sin embargo nunca consiguió a la mujer amada. Pero no se rinde y va en busca de otra. La encuentra: es atractiva, joven, viuda, rica y de Calatayud. Pide consejo a doña Venus, mujer de don Amor. El nombre de su bella vecina (la cuarta requerida en la obra) es doña Endrina, y es de alto linaje, por lo que tiene muchos pretendientes. Doña Venus le contesta: estuviste hablando con mi marido y le trataste mal y por eso estuvo poco tiempo contigo, así que yo te diré lo que él no te dijo y te repetiré algunas cosas también. La mujer risueña aceptará tu requerimiento, pero sólo te amará la mujer soñadora. La que te rechace acabará aceptándote si insistes sin descanso: si la primera ola fuerte espantase al marinero, éste nunca entraría al mar. Y añade:

 

"Con arte se quebrantan los corazones duros,

tómanse las ciudades, derríbanse los muros,

caen las torres altas, álzanse pesos duros;

por arte juran muchos y por arte son perjuros."

 

Si insistes, la que era tu enemiga te querrá amar. Debes frecuentar los mismos lugares que ella, decirle palabras adornadas con gestos amorosos. La mujer quiere al hombre alegre, no al enfadado. La alegría hace al hombre hermoso. Un poco de fuerza es preferida por la mujer a la dejadez. Habla bien de ella a sus amigos. Cuando una mujer duda, ya la has conseguido. Cuando una mujer tiene una madre vieja, ésta intentará guardar su mancebía, puesto que la vieja ya ha pasado por las trampas varoniles e intenta librar de ellas a la joven. Y como ya te dijo don Amor, búscate una mensajera experimentada. Entonces doña Venus se va y el Arcipreste queda solo pensando que su única arma es la palabra, así que decide hablar con doña Endrina.

 
 

Conversación del Arcipreste con doña Endrina. Trotaconventos. Don Melón. La avutarda y la golondrina.

 

El Arcipreste ve cómo se acerca por la plaza doña Endrina, toda belleza. Pero ese lugar no era apto para requerirla de amores, además de que le entran "miedos y temblores". Tenía preparadas unas palabras pero no le salían. Empieza a hablarle dándole saludos de su sobrina; luego le cuenta que quisieron casarle con otra; y cuando ve que no hay nadie que les pueda escuchar, le dice que la ama. Pero ella le contesta que se busque a otra a la que engañar. Él repone que no es como los otros, que le acompañe a un portal. Allí, ella sentada, él le jura su amor y le dice que aunque él es mayor, eso es una ventaja. Luego le ruega que vuelvan a tener una cita, pero sólo para hablar. Ella responde que le escuchará de nuevo, pero no a solas: con testigos. Él le pide un abrazo, pero ella se lo niega, añade que ya volverán a hablar en verano y se va. Él queda contento y se dice que no dejará de insistir.

 

Busca a una vieja trotaconventos y la manda a la casa de doña Endrina. Una vez dentro, Trotaconventos habla a doña Endrina de un tal don Melón de la Huerta, un mancebo atractivo y bueno (se trata de una transformación del propio Arcipreste). Doña Endrina le dice que no quiere a ese hombre, que ya le ha molestado antes. Trotaconventos le cuenta la historia de la avutarda y la golondrina: un cazador esparció semillas de cáñamo por un  campo para hacer con él sus cuerdas. La golondrina le dijo a la avutarda: come esta simiente, que ha sido sembrada para tu mal; pero no le hizo caso. Luego salieron las plantas y la golondrina volvió a decir: arranca esta hierba, que ha crecido para tu mal; pero la avutarda sigue sin querer sus consejos. El cazador acaba atrapando con la cuerda a la avutarda. Trotaconventos dice a doña Endrina que el pretendiente le defenderá, pero ella le contesta que al menos ha de dejar pasar un año después de su viudez, como es costumbre. La vieja le dice que el año ya ha pasado, y que nunca tendrá mejor golondrina consejera que ella.

 
 
 
 

Conversación del Arcipreste con Trotaconventos. El lobo hambriento

 

Tras unos versos que no aparecen en los textos conservados, continúa el relato por parte de don Melón a Trotaconventos de la fábula del lobo y los carneros: un lobo rechaza comerse a un cerdo y ataca un rebaño, pero los carneros valientes lo hieren. Luego ve a otro rebaño y los carneros le engañan haciéndole aullar mientras ellos balan. Los pastores acuden y lo apalean. Después intenta comerse a un cochinillo pero su madre cerda se lo impide. El Arcipreste se queja de que nunca podrá conseguir a su dama (don Melón a doña Endrina), pero Trotaconventos le consuela diciéndole que ella le ama. Luego la vieja vuelve a casa de la dama y de tanto insistir, ella ya está enamorada y acepta ir a casa de Trotaconventos.

 
 

Encuentro en casa de Trotaconventos

 

Doña Endrina va con Trotaconventos a casa de la vieja. Poco después don Melón golpea la puerta. Trotaconventos abre y "don Melón Ortiz" ("de la Uerta") entra. Tras un vacío en el texto (en todos los manuscritos conservados fueron arrancados dos folios donde se supone que se narra el encuentro sexual entre don Melón y doña Endrina, en el que ésta se siente forzada), Trotaconventos le dice a la dama que no se queje por lo sucedido, que debía haber visto las redes tendidas, y que calle y se case, que al fin y al cabo todos los hombres hacen como don Melón. Doña Endrina le contesta que si las aves supiesen que las cuerdas están para cazarlas, no caerían en la trampa. Se celebra la boda y el Arcipreste pide perdón por lo feo de la historia, disculpándose al asegurar que ya estaba escrito en el Pánfilo.

 
 

Consejos del Arcipreste a las mujeres. El león y el burro

 

Damas, guardaos del varón, no os vaya a ocurrir como cuando el león al que le dolía la cabeza, cuando se curó le hicieron una fiesta donde el burro tocaba el tambor molestándolo. Lo mandó llamar para, supuestamente, felicitarlo y lo mató. Su cuerpo se lo dio a guardar al lobo, que se comió el corazón y las orejas. Cuando el león lo vio así, se enfadó, pero el lobo le explicó que el burro había nacido sin corazón, puesto que no supo entender la trampa del león, y sin orejas, puesto que no oyó sus palabras. Así, mujeres, guardad vuestras orejas y vuestro corazón del amor loco y entregadlos al amor a Dios. La que haya sido engañada una vez, no caiga de nuevo en el error.

 
 
 
 

Quinta mujer amada

 

El Arcipreste encuentra otra mujer, muy joven y bella, y busca a Trotaconventos de nuevo. Advierte que no cuenta con otro Ferrán García (el traidor de su segundo relato de amores), sino con una vieja experta llamada Urraca (Trotaconventos), que acude a la casa de la joven, como en el relato de doña Endrina, y la intenta convencer. El Arcipreste nos recomienda que no insultemos a nuestra mensajera. Luego cuenta que ha llamado a su libro de "buen amor" por consejo de la vieja, que le dice que más vale usar buenas palabras. Urraca le da a la chica bebedizos amorosos, con tan mala suerte que muere a los pocos días. El Arcipreste enferma de pena. Una vieja se le acerca después y se ríe de él.

 
 

LAS CUATRO SERRANAS

 

El encuentro con cuatro rudas mujeres montañesas sirve al Arcipreste para elaborar su personal parodia de la poesía bucólica de los trovadores.

 

El Arcipreste se va de viaje a la sierra. La Chata

 

Juan Ruiz se va de viaje a la sierra, pierde la mula y no encuentra comida. Cruza el puerto de Lozoya (en la sierra de Guadarrama, al norte de Madrid) y se encuentra a una vaquera serrana, la Chata, que le intercepta el paso pidiéndole algo como pago. Él le ofrece algunos presentes y ella lo lleva sentado en sus hombros. Luego relata el suceso en una cantiga donde se añade que ella es muy fea y que le lleva hasta su casa, donde le da de comer abundantes viandas. Luego ella le dice que se desnude, le coge por la muñeca y se cobra los servicios fornicando con él, lo que la convierte en la sexta con la que el Arcipreste relata querer o tener relación.

 
 

Continúa el viaje. Segunda serrana

 

El Arcipreste llega a Segovia y acaba con todo su dinero, con lo que decide volver a su casa. Pero no pasa por Lozoya, puesto que no lleva joyas para la Chata, sino que regresa por el puerto de la Fuenfría (también en la sierra de Guadarrama). Perdido, se encuentra a otra serrana, a la que pide morada. Ésta le dice que parece tonto y le da un bastonazo en la oreja que lo tumba. Ella lo requiere para acostarse pero él repone que tiene hambre. "Si antes no comiese no podría bien luchar".Ella acaba aceptando y tras darle de comer vuelve a requerirle, pero él se va. Compone para la ocasión una nueva cantiga. Allí se relata que la serrana se llama Gadea y vive en Riofrío (Ávila).

 
 

Llegada a Cornejo y tercera serrana

 

Continuando el camino, llega a Cornejo (Burgos), donde encuentra a una serrana estúpida. Le dice que es pastor y se quiere casar con ella. Compone la cantiga subsiguiente, donde se dice que ella se llama Menga Lloriente y se cuentan los pormenores de lo que ofrece él (trabajo) y lo que pide ella (presentes).

 
 
 
 

Cuarta serrana. La monstruosa

 

Después, sin comerlo ni beberlo, el autor continúa el viaje por la sierra. Hace frío y se encuentra perdido. Se encuentra con una mujer que parece un monstruo, pero le pide posada. Ella le contesta que se la dará si es bien pagada, y le lleva a la Tablada (Segovia, en la sierra de Guadarrama). Es tan horrible y gigantesca la serrana que el Arcipreste afirma de ella que "En el Apocalipsis San Juan Evangelista no vio tal figura ni de tan mala vista". Sin embargo, en la cantiga correspondiente, se define burlescamente a esta mujer (la novena del Libro) como muy bella y se le llama Aldara. Él le ofrece dinero pero ella de momento quiere trotar con él. Le da de comer, y luego sí le pide presentes y dinero, que él no tiene, con lo que se va, llegando hasta el santuario de Santa María del Vado y le reza unas cantigas a la Virgen donde cuenta la Pasión de Jesucristo.

 
 

BLOQUE DE RITOS PRIMAVERALES

 

Comienza aquí el relato de acontecimientos simbólicos relacionados con las fechas marcadas por la Iglesia Católica en el período del año que despide el invierno y da paso a la primavera. Se trata de la adaptación de los ritos paganos anteriores. Este fragmento del  calendario litúrgico fluctúa cada año, puesto que hay que contar los días hacia atrás, situando el arranque en la primera luna llena de primavera (después del 22 de marzo), haciéndola coincidir con el Domingo de Pascua. Así, el Carnaval (despedida de la carne, en sus acepciones de sexo y comida) comienza seis semanas antes de la Semana Santa. Lo inicia el Jueves Lardero, la semana anterior al Martes de Carnaval, que es el día en que termina, puesto que al día siguiente, el Miércoles de Ceniza, empieza la Cuaresma. La Cuaresma es el tiempo de recogimiento y ayuno, que termina el Domingo de Pascua de Resurrección. Su duración es de 46 días, a los que hay que restar los domingos, quedándose en 40. Antes, se celebran el Domingo de Ramos (el anterior al de Pascua) y el Jueves, Viernes y Sábado Santos. La semana siguiente es el Domingo de Cuasimodo, y la bienvenida a la primavera concluye con la festividad de san Marcos, el 25 de abril. La batalla entre don Carnal y doña Cuaresma es una parodia de los Cantares de Gesta.

 
 
 
 

Pelea de don Carnal con la Cuaresma

 

Una vez ya en su tierra, y estando a la mesa en Burgos con don Jueves Lardero, el Arcipreste recibe una carta de Castro Urdiales de la Santa Cuaresma donde le pide que desafíe en su nombre a don Carnal, y otra carta dirigida al mismo don Carnal donde le afrenta para una batalla. Don Jueves le dice al Arcipreste que batallará con don Carnal, como todos los años. El ejército de don Carnal se compone de ricas viandas: gallinas, conejos, quesos, vino, jamones... y como armas ollas de cobre, sartenes, etc. A medianoche llega doña Cuaresma, esperando a que todos estén amodorrados por haber comido mucho. Los soldados de doña Cuaresma que van hiriendo a los de don Carnal son un puerro, una sardina, truchas y otros peces. Al final, doña Cuaresma gana la batalla, hace preso a don Carnal y ordena que guarde el ayuno.

 
 

Confesión de don Carnal

 

Llegó un fraile para confesar a don Carnal, y éste le entregó sus pecados en carta cerrada. El fraile le dijo que no le perdonaba así, que tenía que confesar de viva voz. La confesión sólo se obtiene si se cree que hallarás salvación por la penitencia. Además, respecto a la disputa sobre si uno se quita los pecados con sólo arrepentirse, o es necesario también confesarse, el Arcipreste opina que ante Dios, el arrepentimiento vale; pero ante la Iglesia, hay que dar muestras gestuales. Santa Magdalena, San Pedro y el rey Isaías, sólo con sus lágrimas, hallaron el perdón. Pero hay clérigos que confiesan a las gentes y absuelven los pecados, sin tener poder para ello:

 

"Tú, don clérigo simple, guárdate del error,

y de mi parroquiano no seas confesor,

con poder que no tienes no seas juzgador,

no quieras tú penar por ajeno pecador."

 

El fraile confesó por fin a don Carnal, y le puso como penitencia comer cada día un solo manjar: el domingo, por su codicia, garbanzos, además de encerrarse en la iglesia para no codiciar el mal del mundo; el lunes, por su soberbia, comerá guisantes, además de no poder tener competición con nadie; el martes, por avaricioso, migas, y sólo un tercio de la ración; el miércoles, por su lujuria adúltera, espinacas y pocas; el jueves, por su ira y perjurio, lentejas; el viernes, pan y agua por la gula; y el sábado, habas por la envidia. Con esto, le absolvió y se fue, dejándolo lloroso y aún malherido.

 
 

Don Carnal escapa. La Cuaresma huye

 

Ganada la batalla, doña Cuaresma impone su ley. El Miércoles de Ceniza, manda limpiar las casas y que todos los cristianos reciban en su frente la cruz de ceniza, para recordarles que acabarán siendo ceniza también, y permanezcan limpios. Don Carnal se va recuperando, y pide a don Ayuno (su carcelero) que le acompañe a la misa del Domingo de Ramos. Pero don Carnal se escapa y se va a la judería, en cuya carnicería le acogen y le dan un caballo para que escape al día siguiente a la sierra. A su paso, los animales gritan dolientes. Desde su refugio, envía una carta a la Cuaresma, en la que se declara su mortal enemigo y le reta a combatir de nuevo al domingo siguiente. El encargado de hacerle llegar la misiva a doña Cuaresma es don Almuerzo, amigo de don Carnal. Al recibir estas noticias, doña Cuaresma huye por Roncesvalles a Jerusalén el Viernes Santo.

 
 

Los dos emperadores: don Amor y don Carnal

 

El Sábado Santo dos emperadores hacen su aparición: son don Amor y don Carnal. Todo el mundo sale a recibirles. A don Carnal, los carniceros y los judíos y los pastores. Con su cuchillo va degollando animales a su paso, todos le dan dinero y "cobra cuanto ha perdido en los pasados meses".

 

El Domingo de Pascua, los pájaros, las plantas y los instrumentos musicales salen a recibir a don Amor, que también recibe las procesiones de los clérigos de las distintas órdenes religiosas, frailes y monjas. Todos se diputan darle posada, pero él les promete merced por igual. El Arcipreste le recuerda que fue su criado y don Amor acepta ser hospedado por él. Planta su rutilante tienda en el prado del Arcipreste, y éste ve dentro a doce caballeros que según le cuenta luego don Amor, representan a los doce meses del año, repartidos de tres en tres en las cuatro estaciones. El Arcipreste le pregunta dónde ha estado desde que lo vio por última vez, y don Amor contesta que en invierno en Andalucía, donde tiene gran éxito. En la Cuaresma estuvo en Toledo, donde pocos le recibieron por haber entonces allí mucha santidad, llegándole a echar de la ciudad. Tras el relato de varios viajes más, anuncia que se va a la feria de Alcalá. El Arcipreste queda solo pero alegre porque le ha visitado el Amor, que nunca quiere ser hospedado por nadie triste.

 
 

El Arcipreste llama de nuevo a Trotaconventos. Décima y undécima mujeres requeridas

 

El Domingo de Cuasimodo (siguiente al de Pascua), todos están de fiesta y celebrando bodas. El Arcipreste se siente solo y llama a Trotaconventos para que le busque a una mujer. Ella le cuenta que conoce a una viuda que le gustará. La manda con unas cantigas, pero no consigue nada. La vieja le dice: "Donde no te quieren mucho, no vayas a menudo".

 

El día de san Marcos (25 de abril), celebrado con procesiones, el Arcipreste ve a una mujer que reza y le requiere de amores. Ella acepta con reservas, y Trotaconventos hace sus trabajos habituales. Pero al final esta nueva viuda tampoco acepta, y la vieja Urraca se ríe.

 
 
 
 

EL AMOR DE LA MONJA

 

La historia de la monja doña Garoza (amor número doce del Arcipreste) vuelve a servir de excusa para relatarnos fábulas y cuentecillos. En este caso son diez, nada menos: el hortelano y la culebra; el galgo viejo y su señor; los dos ratones; el gallo y el zafiro; el asno y el perrillo faldero; la zorra de la aldea; el león y el ratón; la zorra y el cuervo; las liebres; y el diablo y el ladrón.

 
 

Trotaconventos aconseja amar a una monja. Diez ejemplificaciones

 

Trotaconventos le dice al Arcipreste que ame a una monja, porque no se casará y su amor durará mucho tiempo. Ella sirvió a alguna y vio cómo tenían a sus amigos muy contentos, y les preparaban pasteles de ricas confituras. Él le dice que no sabe cómo entrar a un convento, pero ella habla bien de él a una monja que conoce, doña Garoza, que le contesta que no quiere saber nada del tema, que es consejo vano como en el caso del hortelano y la culebra: un hortelano se encuentra con una culebra medio muerta en invierno bajo un peral, y apiadándose de ella la lleva cerca de la lumbre de su casa. Cuando la culebra se aviva, se refugia en un agujero de la cocina. El hortelano la alimenta todos los días hasta el verano, cuando la serpiente sale y empieza a emponzoñar con su veneno la casa. El hombre le dice que se vaya y ella le intenta ahogar. Así el malo se alegra en dar veneno al recibir miel, engaño por piedad. Del mismo modo, le dice doña Garoza a Trotaconventos, yo te ayudé cuando era tu ama y ahora me aconsejas que pierda mi alma. La vieja le repone: cuando te traigo un regalo, soy muy halagada; hoy que he venido con las manos vacías no me quieres escuchar; me sucede como al galgo viejo y su señor. El buen galgo joven era corredor y valiente cazador, y siempre le llevaba presas a su señor. Ya de viejo, fue de caza y salió un conejo. Pero como ya no tenía dientes, se le escapó. El dueño le golpeó con un palo. Es villanía despreciar a los viejos, y se demuestra que el amor, mientras da fruto, es bien recibido; pero si no da nada, no dura. Así yo, pobre vieja, he venido sin regalos y por eso se me desprecia.

 

La monja se arrepiente de lo dicho, pero recela, no vaya a ser que le ocurra como en el cuento de los dos ratones. Un ratón de Guadalajara (o sea, de ciudad) se fue al pueblo de Mohernando (a 18 kilómetros). Allí le recibe un ratón rural, que le da de comer viandas pobres. El de Guadalajara invita al de Mohernando a que vaya a su ciudad, para que sea su convidado como lo ha sido él. Una vez allí, el aldeano come ricos majares ofrecidos por el ciudadano. Pero se acerca la dueña de la casa y el ratón de pueblo no acierta a esconderse. Pasado el peligro, el ratón de ciudad le dice que siga comiendo manjares, pero el de Mohernando le contesta que prefiere su choza y su pobre comida, pero ausente de miedo. Porque es mejor la paz y la seguridad en la pobreza que la riqueza con miedo. Así, es mejor, según la monja, estar en un convento con comida pobre que perder el alma con manjares.

 

La vieja le dice que hace muy mal rechazando los placeres, como el gallo y el zafiro: un gallo encuentra un zafiro escarbando y le dice que preferiría comida. El zafiro le contesta que si le conociera, estaría muy contento. Así, hay muchas personas que no aprovechan un libro si lo leen sin entenderlo, y otras no toman la suerte que les da Dios. Eso es lo que haces, Garoza, con mi ofrecimiento del Arcipreste, que te daría buenas viandas. La monja le dice que se vaya y que se lo pensará.

 

Al día siguiente llega la vieja y encuentra a la monja rezando. Trotaconventos le dice que siempre está rezando y triste, nunca alegre y riendo. Y le cuenta la historia del asno y el perrillo faldero: un perrillo jugaba con su dueña, lamiéndola y dándole amor, y todos le daban comida. Un burro que lo veía pensó que él hacía más provecho con su trabajo que el perro con sus juegos y no se lo reconocían, así que haría como el perro. Fue a la habitación de la dama y puso sus patas en los hombros de ella. La mujer, espantada, gritó y los criados apalearon al burro. Cada uno debe hacer lo que le corresponde, y no cometer locuras. Así pues, no diré más. La monja contesta que no piensa consentir en lo que le propone la vieja, y le da otra historieta por respuesta. La zorra de la aldea: en una aldea, todas las noches entraba una zorra en los gallineros y se comía las gallinas. Los aldeanos cerraron todas las puertas de la muralla y la zorra se hizo la muerta en las afueras. Un zapatero que la vio por la mañana le cortó la cola para hacer calzado, y ella no se movió. Luego un barbero le quitó un colmillo para curar los dientes de sus pacientes. Después una vieja le sacó un ojo, para preparar sus ungüentos contra el mal de ojo. La zorra seguía sin moverse. Un médico le cortó las orejas para curar a los que tenían daño de oído. Luego fue a sacarle el corazón, pero entonces la zorra se fue corriendo y dijo: el hombre puede sufrir cualquier cosa, pero nadie debe consentir que lo maten, porque eso no tiene remedio. Así yo, la monja, no debo tampoco aceptar tus consejos, puesto que una vez en las garras del varón, no podría escapar. Vete. La vieja pide a la monja que no le hiera y le cuenta el ejemplo del león y el ratón. Un león estaba durmiendo en su cueva y unos ratones le despertaron jugando. El león cogió a uno para matarlo, pero el ratón le dijo que no sería honroso matar a un ser tan pequeño. El león lo suelta y el ratón le promete recompensarle. El león sale de caza y es atrapado en una red. El ratón acude y roe la red, salvándolo. Tú, rico, no desprecies al pobre.

 

"Puede pequeña cosa y de poca valía

hacer mucho provecho y dar gran mejoría;

el que poder no tiene, oro, ni hidalguía,

tenga manera y seso, arte y sabiduría."

 

 

La monja le dice a la alcahueta: no temas, sólo temía ser engañada como en el caso de la zorra y el cuervo. Iba una zorra con hambre y vio a un cuervo en un árbol con un trozo de queso en el pico. Le dice: qué bello eres, qué bien cantas, cántame algo. El cuervo le cree y se pone a cantar, cayéndosele la comida del pico. La zorra se come el queso y el zorro se queda triste. La vanagloria hace daño; no hay que creer las lisonjas; además, las monjas deben ser castas. Trotaconventos le responde que no tenga, como todas las monjas, el miedo de las liebres. Estaban las liebres en el campo y se asustaron de un ruido, que no era más que el agua de una laguna. Las ranas se metieron debajo del agua asustadas por las liebres. Al verlas, una liebre dijo que tal y como las ranas se escondían por nada, ellas estaban temerosas de un ruido que no entrañaba peligro. Contra la cobardía, la esperanza y el esfuerzo. Esto os pasa a todas las monjas: por una que veis que anda perdida, creéis que os va a pasar a todas. Deja ya el temor y habla con el Arcipreste.

 

Eres como el diablo, le contesta la monja, en el ejemplo del diablo y el ladrón: en una tierra donde había muchos robos, fue detenido un ladrón. Antes de ser ahorcado, se le apareció un diablo que le compró su alma a cambio de que pudiese seguir robando. El ladrón robó y fue detenido de nuevo. No temas, le dijo el diablo, que no morirás. Cuando te lleven a la horca, ve a hablar con el alcalde y pon la mano en tu seno. Así lo hace y encuentra una copa de oro. Se la regala al alcalde y éste le libera. El ladrón sigue robando y librándose de la horca una y otra vez, hasta que el diablo se harta, no le ayuda más, y muere ahorcado. Los que dan malos consejos no son buenos amigos y tú, vieja, me dejarías sola con él y te irías. Trotaconventos le dice a doña Garoza que no se irá; entonces la monja le pregunta cómo es el Arcipreste.

 
 

 

 
 

Descripción del Arcipreste

 

La vieja cuenta a la monja que ve a menudo a Juan Ruiz, y que tiene el cuerpo largo y es musculoso, es peludo y orejudo. Que anda tieso, pero tiene la nariz larga y eso lo descompone. Habla con voz grave, y sus espaldas y muñecas son grandes. Tiene los ojos pequeños y es moreno, de buenas piernas y pies pequeños. Es valiente y sabe tocar instrumentos y cantar. La monja le dice que se lo pensará y la vieja contesta que va a avisarle para que acuda. La monja acepta a hablar con el Arcipreste. Trotaconventos acude a decírselo y él prefiere mandar a la monja una carta antes de hablar con ella. La monja le contesta con buena respuesta y él va a su encuentro por fin. La ve tan guapa que no se explica cómo se metió monja. Anhela convertirse en pecador. La monja le gusta tanto que los dos se enamoran. Durante dos meses el Arcipreste disfruta del "limpio amor" de la monja, pero ella se muere. Él ruega a Dios que le "perdone su alma y nuestros pecados".

 
 

Decimotercera amada: la mora. Muerte de Trotaconventos

 

Para olvidar la tristeza de la pérdida de la monja, pide a la vieja que le busque a una mujer para casarse. Habla con una mora y le entrega una carta, pero ésta no quiere escuchar a la alcahueta y le manda marcharse.

 

De las trece mujeres con las que el Arcipreste nos narra que se encontró, sólo doña Endrina y la monja acaban siendo su pareja. La serrana Chata le viola, y las otras diez no tienen relaciones con él.

 

Después el Arcipreste cuenta que compuso muchos poemas, tanto cantares de ciego como para estudiantes o para ser cantados. Y añade qué instrumentos no son aptos para los cantares arábigos.

 

Juan Ruiz muestra su pesar por la muerte de Trotaconventos, que tan bien le sirvió. Dice: muerte, que no distingues buenos de malos, ricos de pobres, y te enemistas con todos. Nadie puede huir de ti. Excepto los cuervos, nadie te quiere. No tiene sentido atesorar, puesto que llegas tú y no se puede uno llevar nada. Los parientes esperan que uno muera para heredar y se enfadan con el médico si les dice que sanarás. Y si la viuda es joven, todos la pretenden antes de misa de difuntos. Después de dolerse de nuevo por la muerte de su alcahueta, le compone un epitafio.

 
 

FRAGMENTOS FINALES

 

Tras la muerte de Trotaconventos, se vuelve al tema de los pecados capitales, se cuenta un par de humoradas, se trata de nuevo la significación del texto y se termina con la historia de los clérigos que no quieren perder a sus mujeres.

 

Las armas contra el diablo, el mundo y la carne. Los siete sacramentos contra los pecados capitales

 

Como no hay manera de librarse de la muerte, hay que estar siempre alerta y no dar tregua a los enemigos, que son la carne, el diablo y el mundo. Las armas contra ellos son obrar bien y recibir los siete sacramentos. El Bautismo, contra la codicia: no querer bienes ajenos y vestir al desnudo. La Confirmación, contra la soberbia: humildad, misericordia, no robar y no forzar mujer. La Orden Sacerdotal, contra la avaricia: casándose con huérfanas pobres. El Matrimonio, contra la lujuria: castidad y casar a los pobres. La Penitencia, contra la ira: paciencia y esperanza. La Eucaristía, contra la gula: ayuno y abstinencia. La Unción de Enfermos, contra la envidia: haciendo bien a los débiles. Y la pereza, que surge allí donde posa el diablo, se vence con romerías, rezos y buenas obras. Contra el mundo, caridad; contra la carne, ayuno; y contra el diablo, corazón. Así iremos al cielo y no al infierno.

 
 
 
 

Las propiedades de las mujeres pequeñas

 

Vamos terminando el sermón, dice el Arcipreste. Que siempre es mejor hablar poco y bien dicho, como también es mejor que la mujer sea pequeña. Las mujeres pequeñas son buenas en la cama y en la casa. Una joya pequeña tiene gran esplendor; un poco de azúcar endulza mucho; es pequeño el grano de la buena pimienta; poco oro tiene mucho precio. Una mujer pequeña tiene mucha belleza, donaire, amor y lealtad. Las aves pequeñas cantan mejor que ninguna. Al final, se descubre la broma: "Del mal tomar lo menos; por eso de las mujeres la mejor es la menor".

 
 

El siervo del Arcipreste

 

Como ya no tenía a Urraca, tomó a un mozo a su servicio, don Hurón. "Excepto por catorce cosas, nunca vi mejor que él": mentiroso, borracho, ladrón, chismoso, tahúr, peleador, goloso, criticón, reñidor, adivino, sucio, agorero, necio y perezoso. Este escudero ayunaba dos días a la semana: cuando no tenía qué comer. Pero aún así, el Arcipreste le mandó buscar mujeres, con un cantar compuesto a tal fin. El necio lo iba recitando por el mercado, poniendo en evidencia a su dueño. Doña Fulana le dijo: ¡Vete por ahí!

 
 

Colofón. Cómo se ha de entender el Libro

 

Dice el autor: acabaré el libro con unos cuantos cantares a Santa María. Mi libro es tanto un tratado de santidad como una recopilación de cuentos burlescos. Como es de buen amor, no se venda ni se alquile: que sea prestado. Y si alguien sabe rimar bien, que le añada cuanto quiera.

 
 

Cantiga de los clérigos de Talavera

 

Después de varios poemas dedicados a la Virgen, el Libro termina con el relato de que en Talavera y en abril, el Arcipreste recibió cartas del Arzobispo (don Gil Albornoz). Contra su voluntad, convocó al cabildo y les anunció que el Papa consideraba excomulgado a todo clérigo que tuviese manceba. Los religiosos congregados se enfadaron. Un tiempo después, se congregaron y el deán dijo: tenemos que apelar al Papa mediante el rey de Castilla (Alfonso XI). Somos leales al rey y también carnales, así que nos comprenderá. ¿Que yo deje ahora a la que conseguí? Antes renunciaría a mis prebendas. Toma la palabra el tesorero: antes me voy de Talavera que dejar de ser leal a mi amada. El maestro del coro añadió: este arzobispo nos quiere acusar de lo que Dios nos perdonó. Si tengo o tuve en casa una sirvienta, no es mi parienta. Es una huérfana a la que crié, con piedad. Además hay un canónigo que la acoge de noche en su casa. Sin más que decir, los clérigos escribieron sus apelaciones.

 
 

Termina el Libro con la frase:

 

"Este es el libro del arcipreste de Hita, el cual compuso siendo preso por mandado del cardenal don Gil, arzobispo de Toledo."

 
 

 

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