LAVERDAQUE

Por Antonio Tausiet

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Albricias. Niño que nace en España, niño con su laverdaque bajo el brazo. Sea su familia de una barriada donde el dialecto contenga ya pocas palabras del castellano oficial, sea del exquisito mundo periodístico, o sea de donde sea. Laverdaque hasta en los anuncios sale pronunciada. Laverdaque va de boca en boca, desde que la localizamos en el Madrid de hace dos años. Doctores en Historia, periodistas, empresarios, toreros. Amas de casa, policías, comisarios de años Buñuel. Te despistas un momento y ya te han arrojado dos o tres laverdaques. El origen de esta peculiar fórmula expresiva no es otro que el giro no menos molesto “la verdad es que”, que hasta hace poco usaban sólo los que no sabían muy bien qué decir a continuación. Si ya de por sí afirmar que se va a decir una verdad resulta altamente sospechoso, la moda de los laverdaques arroja una nueva sombra de duda respecto al carácter de quienes los manejan. ¿Serán los nuevos gurús que nos iluminarán para avanzar por el camino correcto? ¿Llegan las rebajas también a las verdades absolutas? No, hoy en día priman la solidaridad (especialmente la interterritorial) y la tolerancia (sobre todo con el prójimo documentado), porque a ambas palabras las han vaciado de contenido. La verdad es que como a laverdaque.