HIJOS CIBERNÉTICOS

Por Antonio Tausiet

www.tausiet.com

 

Una empresa de Estados Unidos acaba de patentar una idea que pronto estará funcionando en Internet: los hijos virtuales. Usted compra un espacio en la página web de turno, y accede mediante clave secreta al compartimento dedicado a su “hijo”. Allí podrá ver, en movimiento, cómo se desarrolla el feto, y poco a poco crece ante sus ojos un bebé, que luego será niño, y si sigue usted pagando –cómo va a dejar de hacerlo-, tendrá ante sus ojos un hombre o una mujer hecho y derecho. Durante todo este tiempo, habrá ido alimentándolo, vistiéndolo, y procurándole una educación digna. Ni que decir tiene que cuando apaga el ordenador, su hijo virtual deja de existir. No llega tarde a casa, no discute, no cambia el canal... Su mayor problema es la perfección. Es tan fantástico, tan limpio, tan buena persona, que ni a usted ni a nadie se le ocurrirá pronto tener un hijo real. Y con eso está todo dicho. A menos que la patente tarde mucho tiempo en llegar hasta la última choza del poblado más perdido de África, con lo que la raza de los mortales tiene visos de seguir existiendo unas décadas más. Sin contar con que este “Tamagochi” para adultos es fruto sólo de la mente calenturienta de este escribidor. Pero reconocerán ustedes que la idea no es tan peregrina, que estamos a la vuelta de la esquina de una revolución integral de las costumbres, y que sólo el bendito azar nos salvará de nuevo de la extinción, después de las experiencias terribles de epidemias y guerras globales. Porque la corriente de las nuevas tecnologías es intrínsecamente buena, por lo que tiene de progreso evidente, pero en manos de la especie humana, tan dada a escoger el camino equivocado, puede resultar el engendro sideral. Mientras tanto, consolémonos, siempre nos queda el amor.