SEXO, PECES Y SANGRE

Por Antonio Tausiet

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No sé si es seda o se asemeja, no sé si se sabría sola si se escaparan todas las demás sores. Sé, eso sí lo sé, que si sigue sacando escamas de ese pescado con esos arrestos briosos y la (no sé si) seda de su saya sigue sinuosa bosquejando su constitución, me constituiré en constitucionalista, mas no de los lobos constitucionalistas irrisorios que ansían poderes en lugares contrarios a constituciones arrogantes, sino constitucionalista de curvas sinuosas, de jóvenes carnes blancas preciosas, brillantes y despejadas. Sor Susana sigue desescamando absorta y dispenso gracias miles a su dios por disfrutar siguiendo sus evoluciones desde esta escondida sala. Y dispenso gracias miles a su dios por esconder las actualidades políticas tras visiones serenas de monjas espectaculares, olvidadas estúpidas elecciones vascas anticipadas e innecesarias.

 

No sé si se escaparán rápidas de su misa las demás sores si salgo y les asesto esta monserga rebosante de eses y de vascos. Espero que suceda y Susana esté en su sitio ya sin su pescado, aseada y sumisa.

 

Subo las escaleras de la sala sin escándalo, solo y nervioso. Espanto a las sores, con sermones sobre el País Vasco y la sangre y los asesinos seculares y los asesinos constitucionalistas y los asesinos independentistas. Susana sonríe satisfecha sacando su pistola desescamadora y sortea sus tiros espeluznantes. ¿Besos robados? Esos para los ladrones de voluntades televisivas. Saciamos de besos regalados nuestros cuerpos sedientos, sin su saya y sin saber si después volveremos a vernos. Monjas muertas a decenas, sudores de sexo en la clausura. Soluciones inexistentes en países demasiado patrióticos y Susana, asesina, esperando sus siguientes votos: no de castidad, no de comicios manipulados.

 

Observo mientras pasan a su arresto (cuerpos y fuerzas inseguros) su sonrisa sádica, espantosa, como son los senadores, como son los congresistas. Simpáticos señores falsos sin sangre, sin sexo, sin honestidades. Susana sonríe saliendo de sus casillas, sin asearse, sin pescado, sin someterse, sin sexo, sin seso. Psicópata desequilibrada, desvaría especulando con un país sin avasallar, mientras sortea cadáveres de compañeras asesinadas. Su saya de seda (¿de seda?) esconde carnes blancas que esconden entrañas podridas. Odios seculares alentados por sagaces devotos de ideologías gemelas que disputan territorios sin acordarse de que morirse es constante, antes o después, mas amarse sudando y sintiendo sudores ajenos es resucitarse y no sustituir los placeres del pescado y sus escamas sino estrenar cuerpos calientes todas las veces. Todas las democracias simulan representaciones virtuales de obras dramáticas.

 

Visito a Susana en su presidio de seguridad. Sigue esquiva y no despierta ni sabe ni espera ni escucha siquiera. Sus ojos asienten si espero afirmaciones y se esconden si espero negaciones. Está sorda en su esencia pero sonríe si se susurran cosas sobre pescado en sus oídos. Salgo escamado. Existir ya es, no obstante.