CUBA

Por Antonio Tausiet

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Como lo habitual es hablar de la dictadura de Castro, del incumplimiento de los derechos humanos en la isla, de la pobreza de la población, del estado ruinoso del centro de La Habana, de la militarización de la sociedad, de la persecución a los homosexuales, de la contaminación del mar en el malecón, de los terremotos, de las tormentas, de los presos políticos, del despido de cien mil trabajadores de la caña de azúcar, de las aves carroñeras que esperan que mueras en las carreteras, del hacinamiento en los transportes públicos, del desencanto respecto a la revolución, de la prostitución involuntaria de niños y niñas, de la elite comunista que vive en barrios residenciales, de los cantantes del régimen que viven entre esa elite, del culto obligatorio al partido único, de la ausencia de libertad de prensa...

 

Pues vamos a resaltar algunos aspectos positivos de Cuba (aparte de su inmejorable entorno natural o la alegría de sus gentes).

 

En Cuba no ocurre lo que sucede en Miami, lugar de exilio de muchos de sus habitantes, desde que cayó el sátrapa Batista con sus esbirros, esos que asesinaron a 20.000 cubanos y todavía siguen libres en Florida. Ahí están, financiados por el gobierno terrorista de los Estados Unidos, preparando explosivos contra Cuba, intentando asesinar a Fidel, traficando con drogas y personas, secuestrando a niños, adorando sagrados corazones y financiando al Partido Republicano para que llegue al poder mediante fraude electoral.

 

En Cuba hay un altísimo nivel de alfabetización (96%), increíble si lo comparamos con los países de su entorno, y muy estimable respecto al resto del mundo. Los niños y los campesinos leen y escriben, actividades que la mayor parte de la población mundial de estas características desconocen por completo.

 

En Cuba la tasa de mortalidad infantil, referente para medir el estado de progreso de un pueblo, es de 6,2 por mil (por debajo de muchos países desarrollados). Se vacuna a todos los niños contra 13 enfermedades. El número de médicos por habitante es superior a la mayor parte de países.

 

En Cuba las investigaciones en ingeniería genética y biotecnología están avanzadas hasta niveles equiparables a las demás potencias tecnológicas. El 95% del territorio cubano está electrificado, y la carencia en el 5% restante se suple mediante paneles solares.

 

En Cuba hay más de 50 universidades, mientras que en 1959 (derrocamiento de Batista) había sólo 3. La totalidad de los jubilados cobra pensión, y las mujeres trabajan en igualdad de condiciones respecto a los hombres.

 

En Cuba el ballet, el cine, el deporte e incluso la conquista del espacio (con su primer astronauta, negro) tienen importancia internacional.

 

Y cuando el sistema comunista de Cuba sea derrocado, y se convoquen elecciones y las gane el entramado mafioso que espera como aves de rapiña que todo vuelva a ser como hace 50 años, todo mejorará y se homologará con los países libres:

 

Seguirá habiendo un dictador (camuflado esta vez de demócrata de toda la vida), los derechos humanos se incumplirán con furia, la población pasará de la pobreza a la miseria, el centro de La Habana será restaurado para convertirlo en un parque temático, y sus habitantes morirán de hambre y pena en los suburbios; arrebatarán los fusiles a las comunidades de propietarios para dárselos a los paramilitares asesinos, los homosexuales seguirán siendo una clase aparte, el mar no sólo estará contaminado en el malecón, sino en todo el perímetro virgen de la isla; continuarán los terremotos y las tormentas tropicales, matando esta vez a miles de menesterosos desinformados; la mayor parte de los cubanos merodearán sin empleo por los basureros de los nuevos poderosos, pasando a ocupar las cárceles si se acercan demasiado; los buitres no dejarán ver el sol, las carreteras unirán exclusivamente los centros turísticos de lujo para extranjeros, los transportes públicos serán privatizados, encarecidos y, por fin, desaparecerán; la revolución sonará en el interior de la cabeza de miles de arrepentidos, niños y niñas no sólo se prostituirán (esta vez en redes organizadas) sino que vivirán permanentemente en la calle, y serán secuestrados para vender sus órganos o traficar con sus vidas; la nueva elite construirá sus propios barrios residenciales agigantando los desequilibrios, los cantantes serán sólo de salsa prefabricada y sonrisa hierática, el partido único será el partido de fútbol, y la prensa repetirá las consignas de las multinacionales del atontamiento, como en el resto del mundo democrático.

 

Nunca más se podrá fotografiar la exuberante vegetación, y nadie volverá a contagiarse de la vitalidad del pueblo cubano. Bacardí, Mas Canosa y las demás familias que se fueron, reimplantarán la ley del más fuerte para conseguir aumentar la mortandad infantil hasta los niveles de Haití, el país vecino. Lograrán que se olvide la perniciosa costumbre de leer, y la sanidad, la investigación, la cultura, la ecología, la protección social y, sobre todo, la ilusión por un mundo mejor alentada desde el poder, desaparecerán sin dejar rastro. Un dirigente mundial menos denunciará en las reuniones internacionales que la mayor parte de los humanos viven en la pobreza. Y José María Aznar y sus secuaces respirarán aliviados.