BUÑUEL Y BATASUNA

Por Antonio Tausiet

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Una reciente canción de Jaime Urrutia, inspirada en las palabras de Luis Buñuel (a su vez tomadas de Ortega) “El pensamiento no delinque jamás”, sobrevuela al gobierno de España, su parlamento, toda la judicatura, los medios de comunicación y la sociedad en su conjunto, que se han puesto de acuerdo en contradecir al genio de Calanda.

 

Si bien es cierto que Luis Buñuel sólo admiraba al terrorismo desde un punto de vista estético (“No hay idea más hermosa que volar el Louvre”), y que le repugnaba políticamente (“Aunque comprendo las motivaciones del terrorismo, las desapruebo: no resuelve nada, y hace el juego a la derecha y a la represión”), no es menos verdad que ilegalizar un partido político atenta contra las bases de una supuesta democracia: libertad ideológica, libertad de manifestación, libertad de expresión y presunción de inocencia. Por mucho que ese partido sea, como en todos los casos de lucha armada contemporáneos, el brazo político de una organización terrorista.

 

Es la libertad, en su vertiente más osada, el pensamiento, la que agrupa en partidos, la que convierte a las democracias en “representativas”. Ni siquiera la policía europea quiere cerrar las sedes de Batasuna, porque “es un asunto político”.

 

José María Aznar y sus secuaces, es decir, el Partido Popular, el Opus Dei, el empresariado, la banca, el PSOE, la fiscalía, los jueces, el rey, y los apoyos internacionales encarnados por el traidor Blair, el corrupto Berlusconi, o el asesino de masas George Bush, están de acuerdo en que es mucho más fácil ahogar las libertades cuanta más cantidad de información se escupa al pueblo. Son sus nuevas armas, una vez asumida la tesis del almirante Carrero Blanco, asesinado por ETA: “Si en España se sienta como precedente que todo el que sale a la calle a alborotar, va a ser recibido a tiros por la fuerza pública, se acabarán los alborotos”.

 

¿Defiende Buñuel cualquier idea por el mero hecho de que se pueda pensar en ella? Por supuesto que no. La libertad de pensamiento también genera atrocidades (“El sueño de la razón produce monstruos”, de Goya) pero los mecanismos que instauró la Revolución Francesa para evitar la descomposición social son los contrarios a los que llevan a España entera a poner fuera de la ley a 300.000 personas. El código penal tipifica el delito de asesinato en todos los países. Que los estados democráticos cumplan con su deber intentando evitarlo. Pero que no preparen golpes de estado contra la razón.

 

Es intrínsecamente absurdo, si alguien se considera humano, cualquier tipo de nacionalismo. Tanto el de PP-PSOE, como el de PNV-EA-Batasuna. Defender la supremacía de unos mortales sobre otros se asienta en cenagosas bases religioso-irracionales. Y pretender que gracias a las bombas alguien será más feliz es endiabladamente estúpido. Pero una estrategia como la de los nacionales españoles, que amordaza y encarcela a sus posibles interlocutores en el fin de la guerra contra ETA, es una estrategia que sólo parece dictada por los fantasmas del pasado bélico europeo. Por los estrategas de la raza única. Por el Ángel Exterminador.

 

Parece que en la actual situación política se reproduzcan las proféticas palabras de Buñuel: “La misión del terrorismo ha terminado: en adelante será asumida por los gobiernos, que toman a su cargo la destrucción del mundo”.