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MÁS MADERA
Por Antonio Tausiet
www.tausiet.com

 

Eso de que un día el Tercer Mundo se alzaría en armas contra el primero, y como son mayoría no íbamos a pasarlo muy bien, después de todos los horrores que les hemos hecho sufrir, ha llegado ya. Pasen y vean, aquí lo tienen. Doscientos muertos en la capital de España. Es la guerra. La Santa Alianza Occidental, soberbia y descerebrada, ha puesto la puntilla agudizando el conflicto palestino, donde los árabes mueren como ratas por pedir una tierra donde vivir. Ha puesto la puntilla invadiendo el enésimo país y masacrando en su guerra a la población. Ha puesto la puntilla explotando con denuedo como en los mejores tiempos coloniales cualquier bolsa de petróleo, gas o riqueza natural que se encuentre allá donde le venga en gana: Venezuela, a punto de ser invadida; Irak, la gran jugada del subnormal quemabosques; Colombia, Kosovo, Afganistán, Guinea, Argentina, Chechenia, Argelia, Haití, Sri Lanka, República Dominicana, Perú, Ruanda, Liberia, Ecuador, Bosnia, Sudán, Sáhara...

Un reciente estudio sociológico apunta a la mecha del contraataque. Las poblaciones míseras de los pueblos oprimidos por los estados occidentales acuden en busca de mejor vida a esos propios países. Una vez abiertos sus ojos y reducidos a escoria respecto a las nuevas poblaciones donde malmueren, ya son capaces de todo: se convencen de que la única solución, mucho mejor que sus subsistencias espectrales, es pasar al paraíso de después de la muerte. Y qué mejor muerte que destriparse llevándose por delante a cuantos más miembros de la sociedad que les está achicharrando.

La única diferencia entre aquellas guerras tradicionales y ésta en la que estamos participando es que no hay dos frentes definidos que se atacan. Uno de los bandos, el nuestro, se dedica a imponer su superioridad castrense. Y el otro, que simplemente responde a los ataques espoleado por el hambre, la pobreza y la humillación, arremete por sorpresa y a la desesperada. Tienen la ventaja de que su ejército es potencialmente muy superior y está mucho más motivado.

Y los líderes del ejército occidental insisten en que su mayor preocupación es la lucha contra el terrorismo, que según ellos no tiene causa alguna, sin acabar de aceptar que la única manera de que acabe este conflicto mundial es el justo reparto de la riqueza y la potenciación de la cultura por encima de cualquier otro gasto de sus absurdas macroeconomías. Mientras tanto, abróchense los cinturones. Que tenemos para rato.